Hace menos de una semana que Javier Marías ocupaba una de las tres letras vacantes de la RAE, la erre mayúscula que antes fuera de Lázaro Carreter. Cómo me gustan Corazón tan blanco o Negra espalda del tiempo, dos novelas redondas en su construcción, llenas de matices, claras en el estilo y el ritmo, arriesgadas en perspectivas y ricas en palabras. La etimología de las palabras es algo que obsesiona a este autor, tan leído y tan traducido. Afirma ya que su discurso podría girar en torno a los peligrosos anglicismos innecesarios que se han instalado en nuestra lengua. Orgulloso de adherirse a esta Institución cercana siempre "al elogio de la libertad", sigue trabajando incesantemente en ese tercer y último volumen de Tu rostro mañana.
Desde que yo recuerdo (periodistas, dibujantes, incluso médicos), ésta es una de las pocas entradas que más satisfacción me han dado; y eso que a mí esto de la RAE casi siempre me huele a antiguo, a esas bolas de alcanfor que protegen aquellas ropas de temporadas pasadas de las hambrientas polillas. ¡Cuántos nombres quedan todavía por ahí, como enredados en la niebla de la arrogancia, que ni siquiera se han molestado en abrirle sus puertas! ¡Cuántas ausencias inexplicables que ya no podrán sentarse allí nunca! Ojalá que a partir de ahora, oh Alta Institución que limpia, fija y da esplendor, no sigas cayendo en el absurdo juego de la hipocresía y los celos.
Que esta espléndida incorporación ventile las magnas salas y los viejos pupitres... Enhorabuena maestro.