para Antonio y Dani, y también para Chema
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13, 13:13, 13. Al lado una chaqueta de pana que simulaba un poeta y de fondo, horrible, la voz de Paul McCartney que todavía dicen que canta. Casi no podía escucharles pero imaginaba sus conversaciones. El paisaje me invitaba a la sugestión. Todo parecía meticulosamente planeado. Parada obligatoria para comer y como lectores en paro, entre pasta y pollo, aventurar nuestras miradas poéticas. Eché de menos a la poesía; se nos olvidó en el baño.
Llegada al hotel. La gran ciudad ya casi sin luz (noche o polución, daba igual). Y mucho frío. Como un hormiga que todo teme, bajo los pies de un gran edificio y solo, rodeado de libros, una escalinata nos engullía hacia su cerebro. Una cafetería con desnudos femeninos que nos recibían insinuantes. Una sala llena de ojos asombrados, y de ángeles, santiagos, (h)adas y una hermosa niña pequeña que oye poesía por vez primera y que seguramente su madre nunca dejara que lo olvide. Emoción, afecto y muchos amigos. Sólo dos sillas vacías.
La noche, llena de gatos perdidos por callejones, de ruedas de madera antigua, de escritores marcados por la desgracia, de golondrinas muertas que caen tristemente al asfalto. Bares plagados de desconsuelo, de libros rodeados de humo en las vitrinas, de animales hermosos pero disecados, de risas explosivas y erotismos encendidos y apagados. Y de fondo Blues, amigos desconocidos y fotografías desenfocadas, oscurecidas.
Madrugamos. Lentamente esta mañana Madrid nos despide lloviendo. Siempre nos quedará Rod Stewart... ¿Por qué algún día despertar de este sueño?