Acabo de llegar de la presentación de El cuenco de la mano, último libro poético de Basilio Sánchez. En la mesa del Francisco de Sande, junto al poeta, Chema Cumbreño y Antonio Reseco; Littera libros se apunta un nuevo tanto en la edición regional.
Ya sabía yo que la sala iba a estar llena. Nos encontramos los de siempre y algún desconocido, perdiéndose entre las palabras densas, pausadas, emocionadas de Basilio (he pensado contratarle para que me lea en casa). Qué pena no haber visto allí más gente joven, más literatura nueva que adolece en otros resquicios. Me gustó ver a Pilar Galán y a Eugenio Fuentes, Diego Doncel, Miguel Ángel Lama, Santos Domínguez y José Luis Bernal. Es curioso (casi intemporal) que les siga viendo en los mismos sitios desde hace ya bastantes años...
Me ha emocionado la voz temblorosa de Basilio y los ojos asombados y enrojecidos de su padre. El aplauso final iba rebosante de respeto y afecto. Me cuesta todavía creer que Basilio nos haya regalado estas hojas de su diario íntimo, de su vida cotidiana, de sus recuerdos y sus nostalgias, de sus impresiones interiores. Le he vuelto a dar las gracias al despedirme; nunca antes me llevé al poeta tan puro, en ninguno de sus libros.
Antonio viene rápido a casa; tiene que volver a Villanueva. De Cáceres además de la emoción, se lleva hoy el agradecimiento de Basilio Sánchez; no sólo ha publicado el libro del poeta en su editorial, sino que le instigó a escribirlo. Le acompaño al coche; tiene una hora larga de camino. Entre los abrazos y las promesas del reencuentro se lleva páginas de Neruda compartidas, cuadros de Eduardo Naranjo y muchos versos, unos descendiendo de altas cumbres y otros teñidos de color naranja. Quién mejor que tú para raptarlos en esos desvanes rodeados de jardines; algunos se empeñarán en ponerle nombres, pero tú y yo sabemos que la amistad da más consuelo que la tarde.