Hoy no he tenido clases y aunque me he levantado tarde aproveché la mañana. He hablado por teléfono con mi querido Antonio Colinas. Hacía ya varios meses que no charlábamos pero parecía que el tiempo no ha pasado. Hemos estado hablando de Pablo Neruda y de una vieja fotografía italiana de Antonio con don Pablo; la conversación se alargaba hacia caminos comunes de admiración bibliográfica llegando a Blanca Berasátegui y a El Cultural. Por cierto, que me encantó la deliciosa y sincerísima charla que publicó en sus páginas hace unas semanas entre Colinas y Gamoneda. Antonio me confirma que ha recibido muchas felicitaciones.
Una amiga común seguía hilando nuestras palabras: Margalit Matitiahu. Esta escritora israelí que escribe en hebreo y ladino, descendiente de judeoespañoles de León, tiene unos poemas bellísimos, musicalmente mágicos, herederos de la tradición literaria más castellana. Ella me regaló este verano en Montánchez su último libro de poemas Despertar el selencio (no es una errata) y un emotivo documental dirigido por su hijo sobre la expulsión de los judíos de España titulado Sefarad, caminos y vida. El bueno de Colinas me dice con la amistad de siempre que él también publicó poemas de Margalit en la orensana editorial Linteo, dentro de la hermosa y cuidada colección de poesía que dirige desde Salamanca. Que me mandará en breve un ejemplar; bueno, y también otros ejemplares de la misma colección que sabe me agradarán.
Siempre regalándome libros. Y ya no sólo los suyos sino de otros autores que le gustan, que nos gustan. Uno de sus últimos envíos fue En la luz respirada, aquel libro tripartito que le publicó Cátedra y que recogía Sepulcro en Tarquinia, Noche más allá de la noche y Libro de la mansedumbre. No se lo he recordado, me daba cierto pudor abusar de su derroche; pero prometió mandarme manuscrito uno de los poemas que más me gusta de Colinas, "El muro blanco", y que también es uno de los predilectos de su autor. He quedado en llamarle en unos días para cerrar unas cosas que tenemos ya encaminadas. Será entonces cuando se lo recuerde. Mientras seguiré disfrutando de sus versos, de su voz, de su amistad sincera, de su armoniosa generosidad, de esa humilde cercanía de la que son dueños la gente con alma.