Salgo de clase y tengo en el contestador del móvil un mensaje de mi amiga Sara diciéndome que acaba de leer que Pepín Bello ha muerto. Ha habido unos minutos que se me han congelado las manos, me he emocionado de verdad y he recordado como una triste letanía la promesa de un reencuentro ya imposible. Mi mente ha volado rápidamente a un pequeño piso en la madrileña calle Santa Hortensia, a un saloncito repleto de papeles, fotografías y cuadros que a modo de museo encierran íntimamente los años 20 y 30 de nuestra literatura más gozosa e interesante. Allí estábamos la primera vez hace ahora casi diez años Sara, yo y don José Bello hablando de una vida de libro. Ahora mismo, a esta hora de la tarde, escucho la grabación de casi dos horas de aquella primera conversación llena de risas, abrazos y algunas cervezas de lata. 103 años cumplió el 13 de mayo de 2007 Pepín Bello; me decía que a un señor tan mayor ya no le pegaba en su nombre el diminutivo con el que le bautizó Federico García Lorca allá por 1921 en la Residencia de Estudiantes cuando compartieron habitación y confidencias.
Informan en distintos medios que por fortuna ha muerto mientras dormía, sin dolencias de ningún tipo, sólo por cansancio. Nunca escribió nada, le encantaba hablar y hablar y hablar. Precisamente en mayo del año pasado se publicó Conversaciones con José “Pepín" Bello, sus únicas memorias autorizadas. Buen libro pero incompleto; me supieron a poco estas doscientas y pico páginas acostumbrado a ese torrente de anécdotas y vivencias que tuve la suerte de compartir con don José en varias ocasiones. Aunque a algunos lectores encontrados y rápidos no gustaron nada ni estas memorias ni su protagonista, hoy cualquier persona metida un poco en la “Edad de Plata” de nuestra literatura española (como bautizó a esta etapa gloriosa mi admirado Mainer) sabe de sobra que fue el verdadero catalizador de artistas tan importantes como Buñuel, Lorca o Dalí. Sí, pese a quién pese.
Me rodeo aquí en esta tarde fría de dibujitos que me regaló en alguno de nuestros encuentros, dos fotografías donde nos reímos socarronamente, algunas cartas y tres publicaciones que me regresan a un buen hombre: "Los Putrefactos" de Dalí y Lorca. Historia y antología de un libro que no pudo ser; ¡Ola Pepín! Dalí, Lorca y Buñuel en la Residencia de Estudiantes; y las citadas Conversaciones...
Se fue definitivamente la última voz del 27, la memoria viva de una generación de artistas que tardará mucho en nacer (si es que nace), el superviviente de aquella Residencia que aglutinó las señas de identidad de una España renovada y con proyección gracias a la Institución Libre de Enseñanza. Unas gentes irrepetibles y a partir de hoy tristemente un poquito más lejos. Ya serás para siempre Pepín Bello, mi querido y añorado Pepín, como quería Federico.
Informan en distintos medios que por fortuna ha muerto mientras dormía, sin dolencias de ningún tipo, sólo por cansancio. Nunca escribió nada, le encantaba hablar y hablar y hablar. Precisamente en mayo del año pasado se publicó Conversaciones con José “Pepín" Bello, sus únicas memorias autorizadas. Buen libro pero incompleto; me supieron a poco estas doscientas y pico páginas acostumbrado a ese torrente de anécdotas y vivencias que tuve la suerte de compartir con don José en varias ocasiones. Aunque a algunos lectores encontrados y rápidos no gustaron nada ni estas memorias ni su protagonista, hoy cualquier persona metida un poco en la “Edad de Plata” de nuestra literatura española (como bautizó a esta etapa gloriosa mi admirado Mainer) sabe de sobra que fue el verdadero catalizador de artistas tan importantes como Buñuel, Lorca o Dalí. Sí, pese a quién pese.
Me rodeo aquí en esta tarde fría de dibujitos que me regaló en alguno de nuestros encuentros, dos fotografías donde nos reímos socarronamente, algunas cartas y tres publicaciones que me regresan a un buen hombre: "Los Putrefactos" de Dalí y Lorca. Historia y antología de un libro que no pudo ser; ¡Ola Pepín! Dalí, Lorca y Buñuel en la Residencia de Estudiantes; y las citadas Conversaciones...
Se fue definitivamente la última voz del 27, la memoria viva de una generación de artistas que tardará mucho en nacer (si es que nace), el superviviente de aquella Residencia que aglutinó las señas de identidad de una España renovada y con proyección gracias a la Institución Libre de Enseñanza. Unas gentes irrepetibles y a partir de hoy tristemente un poquito más lejos. Ya serás para siempre Pepín Bello, mi querido y añorado Pepín, como quería Federico.