Acabo de entrar en casa. Ni tiempo para deshacer la maleta y volverla a hacer mañana de nuevo. Esto de viajar me encanta pero también me agota.
Dos días calurosos con los alumnos por tierras manchegas, siguiendo los pasos de nuestra literatura del Siglo de Oro. Parada por la Ruta del Quijote y viaje a uno de los capítulos más universales de la obra en los fantásticos molinos de Consuegra:
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La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
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Dichoso don Quijote y pobre Sancho, que no veía más allá de sus ojos. Nuestros alumnos, a diferencia de los dos personajes cervantinos, no distinguían ni molinos ni gigantes...
En Almagro, su preciosa Plaza Mayor y su Corral de Comedias como recién pintado. Entrar y sentarse en sus duras e incómodas sillas de madera es un verdadero viaje en el tiempo. Escuchamos dos entremeses cervantinos. La experiencia muy buena. El Museo Nacional del Teatro impresionante. Por primera vez he visto la maqueta de cómo era nuestro Teatro romano de Mérida en sus años más esplendorosos; nunca lo imaginé así.
Ha sido un placer viajar con Inma y Mariví por estas sendas literarias; recuerdos entrañables bañados en vino, risas y fotografías. Los alumnos se han portado y merecerá la pena repetir experiencia viajera con ellos a Valencia en unas semanas. Qué suerte que los planes salgan bien.