Por fin ha terminado el curso, uno de los más duros que recuerdo por numerosas circunstancias que ahora golpean en mi memoria como un grupo de moscas enfurecidas en torno a una triste bombilla. Cierre de curso, y en la maleta me llevo nuevas amistades, inquietud por varios alumnos y preocupaciones con nombre propio: un nuevo libro en imprenta y otro en camino, cambios, mudanzas e ilusiones metamorfoseados en una nueva casa, encuentros y desencuentros en Montánchez y la dichosa distancia...
Qué pobreza no poder tener un rayo entre los dedos, como decía... Yo que sé quién cojones lo decía y por qué.