Me pasa igual que a mi amigo Daniel; hay veces que me cuesta mantener al día esta especie de diario abierto al que llamamos blog, y otras me invade un torrente de palabras que me urge escribir aquí.
¿Será cierto eso que dicen que nos baña cierta prepotencia a la gente que escribimos para los demás? ¿que nos gusta hablar mucho de nosotros mismos? ¿que esto es simplemente un signo más que demuestra cierta soledad, cierta incomplacencia? ¿Pérdida de tiempo? ¿Lástima?
No sé; muchas veces me siento ajeno a lo que me rodea pero acaba afectándome. Y yo me pregunto: ¿por qué tenemos ese afán destructor de ver en los demás nuestras propias limitaciones? Si es que el hombre es imperfecto, pero hay algunos que todavía no son conscientes de que todos tarde o temprano nos quitamos las máscaras y acabamos de fango hasta las rodillas... excepto los que somos transparentes y no tenemos más vida interior que la de nuestras propias palabras.