Esta tarde he ido con mi compañero Pascual, profesor de Plástica en mi instituto y pintor en los ratos que puede, a ver la muestra de quince autores de la colección Helga de Alvear; se titula "Espacios deshabitados" y se ha montado en la Casa de los Condes, en pleno centro de la parte antigua de Cáceres, frente a la Torre de Sande.
Cuando estaba entrando en el edificio, cuidadosamente restaurado, meditaba yo que el título de la exposición no sólo se podía referir a la pequeña selección de estos quince artistas sino también a esta enorme casa. Vacía, deshabitada ya de moradores, perdedora de su contexto urbano. La obra está ahí, diseminada por paredes y suelos, echadas a andar libremente para que dialoguen en silencio con el espectador, con la contemplación. Hablan poco, muy bajito, casi casi para no oirlas. Me llamó la atención un señor enorme, gordo, redondo, que con un ansia tremenda había engullido al mundo; tanto que se tragó con él la magia de la vida...
Las hijas de Pascual, de cinco y seis años, se lo pasaron pipa.
[The Artist who swallowed the World, Erwin Wurm. 2006]