Este año la Feria del Libro de Cáceres algo peor que en ediciones anteriores (y ya es decir). Lo mejor el premio a mi buen Santiago Castelo del Gremio de Libreros cacereños, en tremenda oposición con la ausencia de Luis Landero. Pero fue aquí donde encontré como por casualidad un libro que me llamó la atención enseguida (pero que a Emma no le hizo mucha gracia) titulado Antología de poetas suicidas (1770-1985), en edición de José Luis Gallero. No es un libro nuevo; es una reedición exacta de su primera publicación en 1990, esta vez en Árdora. Cuidadosamente seleccionado y anotado, reúne en casi cuatrocientas páginas a cincuenta poetas occidentales de los dos últimos siglos: Chatterton, Kleist, Maiakovski, Crevel, József, Pavese, Sylvia Plath, Bjorneboe... y Ganivet, Yávorov, Antero de Quental, Cariotakis, Alejandra Pizarnik o Paul Celan.
Poetas que huían de su propia vida, de fracasos, de deseos insatisfechos, de su extremada sensibilidad; llenos de contradicciones, curiosos exploradores del alma y sus empeños, parece que se deben a la elección entre su propia sensibilidad y la supervivencia. No son los poetas angélicos de mi amigo Daniel Casado, pero no por ello hay que tacharlos de lánguidos, perdidos en el desánimo y las frustraciones; perciben claramente la magia de la existencia, ejemplo de vitalidad extraordinaria. El peso de su sufrimiento no es una carga sino que les aporta una maravillosa ligereza.
En la portada, la fotografía de una hoja de roble recogida junto a la tumba de Kleist, a orillas del berlinés lago Wannsee. Aquí, unos versos profundos, secretos, de Cesare Pavese:
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Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. ¡Oh, querida esperanza,
aquel día también nosotros sabremos
que eres la vida y la nada!
Esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. ¡Oh, querida esperanza,
aquel día también nosotros sabremos
que eres la vida y la nada!
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La muerte tiene para todos una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar unos labios ya cerrados.
Mudos, descenderemos al abismo.
La muerte tiene para todos una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar unos labios ya cerrados.
Mudos, descenderemos al abismo.
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Deslumbrante la lectura de estas páginas suicidadas, que cabalgan entre el deseo y la sombra. Experiencias arriesgadas hasta que el retroceso fue ya imposible. Libro fascinante, estremecedor, cuyos poemas crean un verdadero universo mental y emocional en estado puro. Al fin y al cabo no podemos olvidar que un libro no es otra cosa que lo que cada uno encuentra en él...