jueves, 3 de julio de 2008

Quilombo

Llevo una hora (y no es exageración) desbarbando un ejemplar del último libro de Santiago Castelo titulado Quilombo. Aparece en la finísima editorial sevillana Point de Lunettes, en su colección "El cáliz verde" con el número 9. Conforme iba abriendo una a una las hojas con un precioso abrecartas que me regaló mi amigo Antonio Reseco (con forma de pequeña catana, 4PE1T), imaginaba a mi querido Castelo riendo sonoramente al verme realizar tan placentero trabajo. Hacía ya mucho que no cortaba una a una las hojas de un libro, pensando que hasta en esto Castelo es tradicionalísimo.
Le mando mensaje agradecido a su móvil por no molestarle en sus mil quehaceres y al minuto me llama abrazándome largamente. "Es un libro de poemas, a la antigua usanza"; "sí, bellísimo, hasta las flores amarillas y pequeñas de la portada me entusiasman"; "se presentará en septiembre, no sé, seguramente la editorial...". Quilombo, palabra muy utilizada en Hispanoamérica y con multitud de significados y registros dispares; así es la nueva aportación poética de Castelo. Sigue siendo su voz, para nada lejana en mis lecturas. Si cabe más cercana, más humana, como una charla entre meditativa y confesional. Ya lo dice el autor pero estos poemas hablan de alegría y tristeza, de la vida y la muerte, de la melancolía y la esperanza. No hay mejor premio para los amigos que su lectura ni mejor ocasión para acercarse (si nunca hubo primer paso) a una de las voces más sonoras y extremeñas de estas tierras. Qué felicidad tan grande y qué premio tan merecido.
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Todo tan lejos. Escombros
de un ayer inútilmente.
Tan lejos de todo aquello.
¿Soy yo quien mira?
O acaso ¿yo tan sólo soy el sueño...?
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