sábado, 25 de octubre de 2008

Releyendo a Daniel Casado

MONEDA PORTUGUESA

Sostengo en mi palma una moneda.
Me la entregaste una tarde lluviosa de abril,
frente al Museo Romano;
te desprendiste de ella como de un zapato viejo:
súbitamente pasó de tu bolsillo a mis manos.

En ellas sigue, vieja moneda portuguesa,
como divisa de nuestra amistad,
como óbolo oscuro donde se cifra, ahora,
un latido.

Vendrán los años, dejará -si es que algo vale-
de representar algún poder el brillo antiguo
para el que fue acuñada y el recuerdo
borrará en ella también nuestras fechas.

¿Adónde, finalmente, llegará?
¿En qué rincones, teñidos por el silencio
o la lluvia, quedará varada?
¿De qué bulliciosa mañana, alguna mano
experta, amorosamente sabrá rescatarla?

A su futuro dueño,
bien le valiera esta advertencia:
Déjala estar, así: pálida y hermosa,
mas sin utilidad posible.

Hay ríos de sumergida luz bajo su manto
y cuerpos
que nunca alcanzaron el mar.

(De El viento y las brasas, 2004)