martes, 25 de noviembre de 2008

Ángel Campos Pámpano

Esta mañana, en Badajoz, ha muerto Ángel Campos Pámpano (San Vicente de Alcántara, 1957). Me acabo de enterar por mi querido Miguel Ángel Lama y todavía no me lo creo. Sigo exhausto. No puede ser verdad.
Reflexionando sobre ello parece que últimamente -qué cosas- he pensado mucho en Ángel. El sábado vi en un programa de televisión a Saramago, débil, delgado, paseando por su vida y recordé cómo Ángel me ayudó a contactar con él y con Pilar del Río; no sé por qué pero la Lisboa del reportaje me llevaba de la mano por la palabra de Ángel. El domingo, la magnífica entrevista en El País Semanal que concedió el nobel portugués al brillante Manuel Rivas me hizo también pasear por algunos versos cadentes de Pámpano.
Ayer lunes, al comenzar la mañana, leí con alegría en el blog de Álvaro Valverde que le entregaban este jueves el premio "Eduardo Lourenço" por su magnífica tarea de traductor del portugués al español (Pessoa, Andrade, Saramago, De Mello,...), pero que también su terrible enfermedad avanzaba sin tregua y que le impediría ir a recoger el galardón.
Por la tarde, tras llegar a Cáceres del claustro de profesores, me pasé por la librería "El Buscón" y Antonio me vendió el último ejemplar que le quedaba de La vida de otro modo (Poesía 1983-2008), donde Calambur ha recogido los versos completos de Ángel prologados por un afectuoso y sabio texto lleno de complicidades de su amigo Miguel Ángel Lama. El libro estaba algo arrugado en la parte superior de la portada y por eso la ilustración de cubierta de su inseparable Javier Fernández de Molina se veía algo deslucida. "No te preocupes; seguro que pronto me llegan más"; pero no podía dejarlo allí y anoche -qué cosas- estuve leyendo sus páginas largamente. Me emocionó mucho encontrar en la sección de inéditos del volumen el precioso poema que Ángel me envío manuscrito el 3 de mayo de 2005 para el homenaje a Pablo Neruda que coordiné y que se publicó en septiembre de ese año:
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RECORTE
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En el color se abisma
en el aire
recorte que traza
la luz de un árbol
la ceniza

el pan del cielo
la palabra
nutricia entre las manos
que se ofrecen como una nube
de papel
aleteo que se da
como se da un sueño

qué guarda la memoria de este canto
o el vuelo que asciende como un pez
a lo más hondo cuando niño

cuál es el destino de este pájaro
que tan cerca de ti remueve el miedo
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(Para Pilar Molinos, desde Pablo Neruda)
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...Y esta misma mañana, muy temprano, camino de Mérida, hablaba con mi compañera Julia precisamente sobre Ángel Campos Pámpano y su poesía.
No sé; la noticia de su muerte como lluvia de sensaciones me trae irremediablemente imágenes y mensajes cohesionados siempre bajo el augurio de la poesía: el encuentro de escritores extremeños en Alburquerque, el regalo de su fantástica antología poética de Andrade en Pre-Textos con dedicatoria y guiño más allá de las palabras, fotografía cachonda abrazándome con él y con Elías Moro, conversaciones telefónicas dispersas en los años desde Badajoz a Portugal, contactos a través de su genialidad con el entrañable, cariñoso y ahora amigo Nicanor Vélez.
Otra vez la poesía se queda muda, silenciosa y fría, nocturna. Pero su voz siempre me hablará de colores y pinturas, ciudades blancas y refugios, azules vocales, una espiral, cielos extremeños y alemanes, de aires, semillas y nieves. Su ausencia se hace hoy más nítida y más profunda. Y me abrazo triste a su testamento literario en el que -qué cosas- el nombre de Ángel Campos Pámpano aparece inmortalizado junto a dos de sus mejores amigos, Javier y Miguel Ángel. Despedida con tan sólo 51 años. Llanto y extravío...