sábado, 3 de abril de 2010

Los dos gallitos andaluces

Desde tierras sorianas leo hoy una nueva y excelente reseña de mi libro sobre Federico García Lorca y Rafael Alberti escrita por el profesor Manuel Simón Viola (que ya se acercó en una primera lectura desde su blog no hace mucho y a la que tituló "Alberti y Lorca, una amistad imposible"). Esta última reseña salió hace unos días en Trazos, cuadernillo cultural del diario extremeño Hoy; ahora la rescato aquí. Muchas gracias amigo.
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LOS DOS GALLITOS ANDALUCES
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Alberti y García Lorca, la difícil compañía.
Hilario Jiménez Gómez
Sevilla, Ed. Renacimiento, 2009, 357 págs.
Prólogo de Luis García Montero
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Licenciado en Filología Hispánica y profesor de lengua y literatura, Hilario Jiménez (Montánchez en 1974) ha publicado hasta el momento cinco poemarios marcados por la noble huella de sus referentes preferenciales (Alberti, Miguel Hernández, García Lorca...): Paisaje sin figuras (1995), En un triángulo de ausencias (2003, ilustrado por Eduardo Naranjo), Versos de color naranja (2003), Delirio in extremis de un aguador con sed (2004) y Diario de un abrazo (2008).
Paralelamente a esta notable obra poética, Hilario Jiménez ha ido entregando numerosos trabajos sobre el periodo literario conocido como la “edad de plata” y que se corresponde con los años veinte y treinta, el protagonizado, junto a restos de movimientos estéticos precedentes, por las vanguardias y la generación del 27. Su trabajo mejor acogido ha sido Lorca y Alberti, dos poetas en un espejo (Fundación Rafael Alberti, 2001, reeditado por la I.C. El Brocense en 2003), pero resulta de justicia mencionar su labor de coordinación y edición del magnífico volumen Neruda, un corazón que se desató en el viento (Cáceres, I. C. El Brocense, 2005). Ahora, la editorial sevillana Renacimiento publica una edición revisada del libro citado con nuevos documentos y bibliografía actualizada.
De los numerosos epígrafes con que fue denominado el conjunto de poetas que se dieron a conocer en la tercera década de siglo (generación de la Dictadura, de la República, del 27...), el “de la generación de la amistad”, fomentado por los propios componentes, subrayaba la relación afectuosa que cohesionó al grupo hasta, al menos, los umbrales de la guerra civil. Hilario Jiménez ha indagado en la relación que unió a dos poetas andaluces hermanados en la inercia de los hábitos académicos (la misma que empareja a Guillén con Salinas, a Aleixandre con Cernuda...) desde 1924, año en que Lorca y Alberti se conocen en la Residencia de Estudiantes de Madrid, hasta el verano de 1936 en que es asesinado el poeta granadino.
El resultado es un riguroso trabajo, perfectamente documentado (cartas, fotografías, postales, manifiestos, noticias de prensa...) que traza el itinerario de una “amistad” en que alternaron las declaraciones públicas de afecto con los desencuentros. Visto desde hoy, resulta comprensible que se vieran abocados a una rivalidad inevitable: ambos se inician cultivando un neopopularismo andaluz cuyas diferencias trataron desde el primer momento de subrayar, pues, en efecto, como dice el prologuista: “Lorca daba voz a la Andalucía interior, trágica, de ríos cargados de suspiros y serranías marcadas por la luna [...] Alberti exponía la otra imaginación andaluza, el sol de unos litorales de azoteas y de dunas...”, pero, además, las circunstancias los obligaron a coincidir en ciertos temas (la estética gongorina, la muerte de Ignacio Sánchez Mejías), se sintieron atraídos por los mismos géneros (la poesía y el teatro) y dieron entrada en su trayectoria a las mismas corrientes de modo sucesivo (neopopularismo, surrealismo). No contribuyeron a mejorar las cosas la indecisión de Lorca a la hora de publicar, lo que ocasionó que Alberti, cuatro años más joven, se le adelantara con libros como Marinero en tierra (premio nacional de literatura de 1925; el Romancero gitano vio la luz en 1928), la predilección de Juan Ramón Jiménez por Alberti, o la actitud condescendiente de los poetas “catedráticos”, para quienes eran “los dos gallitos andaluces”, unos escritores, al fin, cuyo éxito (de lectores, de espectadores) no era sino indicio de sus carencias o confirmación de sus concesiones populares.
Aunque la perspectiva crítica de Hilario Jiménez es impecablemente ecuánime, la lectura de este excelente trabajo deja la impresión de que Lorca fue culpable en mayor medida de esa “amistad imposible”, pues aunque supo contrapesar su actitud con declaraciones de afecto y de sincera admiración, pudieron más su enfermiza egolatría, sus celos, el envanecimiento del éxito..., de modo que Luis García Montero puede afirmar “Federico García Lorca y Rafael Alberti no fueron enemigos. Nada más y nada menos. El libro de Hilario Jiménez Gómez ordena este panorama ideológico y plantea las cosas en su lugar [...]. Fueron dos poetas nobles, con ellos mismos y entre sí, y los dos procuraron que la rivalidad de las situaciones literarias no se convirtiera en hostilidad manifiesta”.
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Notas al margen (Blog de Simón Viola)