miércoles, 5 de septiembre de 2012

García Lorca, sonetos misteriosos, amantes ocultos


Ha aparecido un interesante artículo escrito por la periodista Isabel M. Reverte y publicado en dos partes por ABC:   "Lorca: la historia oculta de los sonetos de amor (1)" y "Los amantes ocultos en los sonetos de amor de Federico García Lorca (y 2)".
Bien documentado y con novedades y explicaciones convincentes, la periodista rastrea la azorosa publicación de los Sonetos del amor oscuro de García Lorca, que vieron la luz casi 50 años después de ser escritos; aparecieron primero en francés en 1981, luego en una edición clandestina en Granada sin el nombre de su autor y finalmente en 1984 de manera "oficial" se publicaron en ABC. El misterio se contextualiza en una lluvia de nombres imprescindibles: José Rosales, Federico García Rodríguez, Francisco García Lorca, Isabel García Lorca, Manuel Fernández Montesinos, Ian Gibson, Marie Laffranque, André Belamich, Eutimio Martín, Francisco Giner, Marcelle Auclaire, Santiago Castelo, Mario Hernández, Daniel Eisenberg, Víctor Infantes, Pedro Cátedra, Juan de Loxa, Antonio Carvajal, Félix Grande, Luis Rosales, Vicente Aleixandre, Miguel García-Posada, Luis María Ansón, Lázaro Carreter,...
En la segunda parte se intenta encontrar el o los destinatarios de estos últimos textos lorquianos; versos oscuros que hablan de un amor limpio y verdadero, pero que debía ocultarse. Y lógicamente se nombra a Rafael Rodríguez Rapún (su pareja oficial) pero también a Eduardo Rodríguez Valdivieso, a Juan Gil-Albert y al tan traído y llevado Juan Ramírez de Lucas.  

Que cada uno lea y saque sus propias conclusiones. Yo sigo pensando lo mismo, aquello que el propio Federico confesó en uno de sus magníficos sonetos oscuros:

EL AMOR DUERME EN EL PECHO DEL POETA

Tú nunca entenderás lo que te quiero
porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.

Norma que agita igual carne y lucero
traspasa ya mi pecho dolorido
y las turbias palabras han mordido
las alas de tu espíritu severo.

Grupo de gente salta en los jardines
esperando tu cuerpo y mi agonía
en caballos de luz y verdes crines.

Pero sigue durmiendo, vida mía.
¡Oye mi sangre rota en los violines!
¡Mira que nos acechan todavía!