jueves, 20 de diciembre de 2007

1974

Se acostó ya pasada la media noche. Había cruzado el umbral de la madrugada con dos amigos, con palabras cargadas de reflexiones y sueños y la sensación de que la distancia sería hoy mayor que nunca. No durmió de un tirón, como siempre, quizá con el deseo de levantarse al día siguiente desnudo de soledades.
Le ha despertado el móvil, a las 8 en punto; desde Villanueva un mensaje lleno de afecto verdadero (¡Qué suerte tener a gente así tan cerca de uno!). Hoy entra en clase a las 10, pero se levanta mucho antes impulsado quizá por la necesidad del reencuentro. Se ha afeitado casi lacónicamente, habla por e-mail con un amigo de Málaga sobre un precioso libro de Neruda y se emociona cuando lee que pensamiento y corazón se abrazarán a él durante todo el día, sus 24 horas, con sus minutos y sus segundos...
Se hace un zumo de naranja, envuelve un regalo para su amigo invisible y se dispone a salir a la calle con sus 33 añitos recién inaugurados. La jornada le deparará sorpresas, seguro. Casi es un día normal, pero disimulará con mucho esfuerzo sentirse especial y único.
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CUMPLEAÑOS
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Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso,
disolviéndome en aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños.
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Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!
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Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.
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Ángel González