jueves, 1 de octubre de 2009

Mestre, Premio Nacional de Poesía

Juan Carlos Mestre ha sido galardonado hoy con el Premio Nacional de Poesía por su libro La casa roja (Calambur). Este querido y entrañable poeta y artista visual es autor de los poemarios Siete poemas escritos junto a la lluvia (1982), La visita de Safo (1983), Antífona del Otoño en el Valle del Bierzo (Premio Adonais, 1985), Las páginas del fuego (1987), La poesía ha caído en desgracia (Premio Jaime Gil de Biedma, 1992) y La tumba de Keats (Premio Jaén de Poesía, 1999). Su preciosa página web nos abraza entre lo mágico y lo pasional. Y yo me alegro tanto por él, por su obra, por sus amigos, por sus lectores...
Recuerdo cuando nos conocimos en un concierto junto a Amancio Prada en diciembre de 2003, en Montánchez; una noche especial de literatura, manuscritos, acuarelas y charlas republicanas. Y desde entonces con mis alumnos en clase me gusta comentar siempre uno de los poemas más especiales de Mestre que le escuché ahí, el que más me cuenta, el que me viaja y me emociona: "Lección de Geografía". Una vez, aprovechando la visita de Juan Carlos al "Aula Valverde" de Cáceres (pese al espíritu amargado y el alma negra de uno de los que la dirigían), fuí con mis alumnos del IES "El Brocense" a su lectura poética (Mestre ya estaba avisado) y le regalamos todos los dibujos que ellos habían realizado interpretando los versos a través de su recitado y de su música; emocionado, el poeta los guardó y aún los conserva. Aquí podéis oirlo en la voz del propio Mestre:
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LECCIÓN DE GEOGRAFÍA
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Quien no haya visto el mar que se levante,
yo os lo voy a contar, cerrad los ojos.
Imaginad que el agua, como un caballo blanco,
se hubiera subido al campanario.
Las hojas de los árboles son peces,
la nieve, espuma de cristal sobre las olas.
Como de un vaso de luz
que sostuviera la mano de Dios,
van cayendo una a una las gotas de la vida.
Así, el inocente pájaro,
la piedra, el musgo o la mariposa
van entrando en el agua que ya todo lo cubre.
Creeréis que el mundo, desde siempre,
ha ido llevándole sus ríos.
Del fuego, de la oculta ceniza de madera
ha tomado el mar su verde brote de esmeralda.
Como el ruiseñor que canta
en los jardines de la tierra
también las caracolas en sus profundos valles
celebran la música.
Por eso al acercar tu oído
a ese bello laberinto de leche
escucharás, aunque no quieras,
el inmenso ruido de la mar.
Ahora ya lo sabéis,
y sólo falta empujarlo, entre todos,
al aire.
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Mi ejemplar de La casa roja vuelve a aparecer en esta tarde lleno de colores, con un barco, una paloma, un hombre cándido y una delicada dedicatoria que envuelve dos nombres ("habitantes en lo mágico") entre las olas y el viento. Felicidades y gracias, querido amigo, maestro de la palabra y del afecto.