miércoles, 24 de octubre de 2007

Ladran, amigo Sancho, luego cabalgamos

Esta es una de las muchas frases de Cervantes que se atribuyen a don Quijote pero que no aparece en ninguna de sus páginas. Lo que hace la literatura... Sabias palabras, aún así, que bien podría haber dicho el caballero de la triste figura y que a mí ahora me vienen como anillo al dedo.
Me cuentan que la envidia tiene todavía diversas caras. Que hace incluso a personas de más de cincuenta años volver a una adolescencia trasnochada (casi como la de mis alumnos) y perder el juicio y la educación acusando entre desvelos. Hay acoso y derribo desde hace ya tiempo pero parece que ahora es su momento; no sé porqué, nunca hice nada.
¿Por qué no nos limitamos a cuidar de nuestras cosas y nuestras responsabilidades? ¿O es que es él realmente quién no cumple sus mínimos establecidos? Maestro del escape y la palabra fácil, siempre disfrazada y nunca directa. Cuánto habrá sufrido esta gente de piedra, silenciosa porque está podrida por dentro. ¿Tanto daño se le habrá hecho? ¿Tanta maldad puede ocultar ese cuerpo huraño y esos ojos llenos de ira? Parece que sí. Me dicen que cruzarse con él y no mediar palabra es lo lógico. Que la sonrisa no existe porque siempre es de noche.
Ahora logro entender mejor porque sus confesiones nunca me llegaron. Qué tristeza más grande comprobar que lo poco que tenemos se oculta hasta perderse tras la soberbia y la indignación. Como dice mi querido Félix Grande:
-
No debieras volver jamás a nada, a nadie,
pues toda historia interrumpida
tan sólo sobrevive
para vengarse en la ilusión, clavarle
su cuchillo desesperado,
morir asesinando.
-
Nadie hay imprescindible. Lo único que me salva es que mi presencia le incomoda. Algo es algo. Ladra, mucho, y seguiré cabalgando. Él sin embargo caminará solo, cabizbajo, lleno de reproches y vacío de espíritu. En la lejanía y en el frío. Si es que en el fondo me da pena...