lunes, 30 de noviembre de 2009

Pacheco, Premio Cervantes 2009

Aún sigo entregado a la lectura del último libro del mexicano José Emilio Pacheco (1939) publicado en España cuando me entero ahora mismo que le han concedido el Premio Cervantes 2009; hace pocos días también recibía en Madrid el XVIII Premio Reina Sofía de Poesía Hispanoamericana (Babelia le hacía una interesante entrevista por esta razón).
La edad de las tinieblas (Visor, colección "Palabra de Honor", 2009) se titula este nuevo poemario suyo que leo. Le preguntaban hace poco que por qué, tras varios años de silencio editorial, ahora coinciden en España y México Como la lluvia, La edad de las tinieblas y Contraelegía; él respondía: "A no saber planificar una carrera literaria. Trabajé mucho en la década que termina. Para no inflar mi bibliografía no quise publicar cuadernos aislados. Preferí reunirlos en un libro, Como la lluvia, tal vez demasiado extenso y variado e imposible de comentar. Chus Visor en España y Marcelo Uribe, el editor de Era, en México, me hicieron ver que la última sección, los poemas en prosa, formaban un volumen aparte y lo publicamos como La edad de las tinieblas".
Magnífica esta última prosa poética de Pacheco. Desconcertante. Rescato aquí fragmentos sueltos del libro que tengo subrayados para celebrar que con este galardonado (inteligente, brillante) estamos de enhorabuena.
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Me intriga pensar en lo que han dicho mis padres: en el petróleo de la lámpara flotan reducidos a esencia bosques y dinosaurios de la prehistoria. Millones de años se han necesitado para humedecer la lengüeta de jerga que convertida en mecha soporta la llama. Una campana de cristal la protege y le permite iluminarnos. En el quinqué se consumen los restos fósiles de una vida improbable. La noche huele a luz carbonizada.
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Los veo formarse indefensos y salir en busca de alguien que los resguarde. La inmensa mayoría les da la espalda. Cuando ellos se acercan las personas desvían la mirada y hacen como si los versos no existieran.
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A usted le duele esta ciudad que también ha hecho suya y lamenta ver cómo la hemos destruido y la seguimos arrasando. No entiendo sus razones para amar un sitio desesperante y sin esperanza. O tal vez existe la esperanza porque usted se encuentra aquí una vez más y llena de luz otra estación sombría.
Nací en un lugar que se llamaba como éste y ocupaba su espacio. Ahora también en mi suelo natal soy extranjero en tierra extraña. Ya no conozco a nadie ni reconozco nada. Usted, en cambio, no es extranjera en ningún lado. Usted es de todas partes como la música.
Por favor, no se vaya. No se lleve al partir un fragmento de luz entre el desierto pardo y la barbarie que por codicia y estupidez hemos engendrado.
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