miércoles, 2 de mayo de 2007

1 de mayo de 2004

Tres años ya de aquella primera imagen. Yo tumbado en el sofá, en chandal y con zapatillas de casa, viendo La casa de Bernarda Alba en DVD que regalaba El País; hacía pocas horas que había llegado de la Feria del Queso de Trujillo. Ella, acompañada por sus padres, entraba sin llamar porque son amigos de la familia. Nos sentamos todos en el salón. Presentaciones, conversaciones fluídas, recuerdos pasados de Soria, nuevos proyectos y finalización de la etapa placentina de la niña, enfermera y ya casi podóloga. Ella sigue con el móvil; la pobre lleva un buen rato y aún no ha sido capaz de mandar el sms. ¡Qué lentina es!
Al final sus padres se quedarán a dormir en casa de otros amigos montanchegos pero ella en mi casa. Pasamos la noche juntos, con mi hermano y mis amigos. El futuro comienza a escribirse y mis sentimientos caminan por senderos distintos. Toda la noche de confidencias, de charlas malintencionadas, de revelaciones. Llegamos a casa pasadas las 7 de la madrugada. Tomamos un colacao, hablamos muy bajito, reímos mucho y le regalo dos libros con dedicatorias que apuntan directamente al corazón. Intercambiamos los números telefónicos. Sus padres van a venir a buscarla antes de las 9 y decidimos ir a dormir. Ella en el piso de abajo. A los pocos minutos le mando mi primer mensaje a su móvil; sé que esto es el comienzo de algo muy especial. Cuando me levanté ya se había ido. Esa misma tarde escribí nuestro primer poema:
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Eclipse de cuatro lunas frente a una estrella
mientras echan a volar nocturnos los pájaros que escaparon.
Moldes de flores que en su día soñaron
abrazarse eternamente entre el cielo y la tierra.
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Gracias por haber creído en mí, en mis versos, en mis intuiciones. Afortunadamente no me equivoqué. Ya sé que desde hace tiempo tú también me quieres...