miércoles, 18 de junio de 2008

Alegoría

Aquí estoy, intentando concentrarme ante un temario de oposición que llevo abriendo desde el mes de marzo de 1998. Sí; esa fecha es la que con mi letra marca la primera página. Diez años que asustan y me conmueven, que hacen plantearme si verdaderamente estoy en el sitio correcto y en el momento adecuado. Quizá he podido confundir mi camino y esto de la enseñanza no es el destino definitivo que me brindarán los hados.
Miro emocionado a mi alrededor y en uno y otro sitio encuentro detalles conmovedores de mis ocho años de docencia, regalos cargados de afectos de esos alumnos que han pasado por mi vida, que me han enseñado tanto y que irremediablemente ya forman parte de ella. Una placa emotiva por mi "labor y entrega", varios estuches y plumas hermosas (alguna de plata) que utilizo a menudo para escribir mis cosas, algún muñeco, peluche o similar, cartas y tarjetas que releo gustoso, discos, objetos de lo más variopinto (desde una radio en forma de lata de cocacola que habla a un llavero de la Torre Eiffel del mismísimo París, pasando por una bufanda oficial del Barça), despertadores, libros,... y muchas y entrañables fotografías. Me dicen, me recuerdan tantas cosas...
¡Y qué contar de la cantidad de compañeros que he ido conociendo en los distintos institutos donde me destinan! No encuentro las palabras perfectas para definir mi eterno agradecimiento. Quizá (¿por qué no?) uno ha podido confundir fácilmente su camino.