viernes, 29 de febrero de 2008
El que tuvo retuvo
jueves, 28 de febrero de 2008
lunes, 25 de febrero de 2008
Más allá de la palabra
jueves, 21 de febrero de 2008
Reencuentro en Babel
martes, 19 de febrero de 2008
Narbón en casa
domingo, 17 de febrero de 2008
La luz de Antonio Colinas
Ruinas de Volúbilis es -según me cuenta el poeta- su último poema escrito y publicado, traído hace poquísimo de Marruecos. Aparecido en los "Cuadernos de Fez" de Salvador López Becerra, es una edición no venal, de pequeño y cuidado formato, con una única tirada de ciento cincuenta ejemplares. Ilustrado con dos hermosos dibujos a plumilla, su lectura evoca en mí al Colinas reflexivo y existencial, en sintonía con el cosmos, que reconozco en Sepulcro en Tarquinia y otros poemas similares. Versos nacidos frente a las ruinas de esa gran ciudad romana marroquí que se asientan bajo una colina y que emparejo -con las necesarias distancias de espacio y tiempo- a los textos surgidos junto a la Montaña Kumgang, en su estancia en Corea. Un viaje al interior, un viaje a nosotros mismos, huérfanos de memoria y belleza.
que sólo brilla y muere
o el ángel esperado
que todo nos lo habrá de conceder?
jueves, 14 de febrero de 2008
Un hombre solo
miércoles, 13 de febrero de 2008
Cartas de Vicenta Lorca a su hijo Federico
Son al fin y al cabo confesiones, riñas, peticiones de una madre a su hijo. Verdadero pudor he sentido leyendo ciertos párrafos, algunos guiños de complicidad entre doña Vicenta y Federico. Me han traído a la memoria la lacónica voz de Isabel García Lorca cuando en su casa de Madrid, hace ya algunos años, me contaba emocionada las penas de la familia cuando tras asesinar a Federico abandonaron España. Sus padres no volvieron a sonreir. Nunca se hablaba del poeta en casa. Estas cartas son destellos de intimidad, sin valor científico, sólo emocional. La historia de una madre y un hijo que se conocieron a la perfección (aunque algunos se empeñen en lo contrario) y que nunca se enfadaron.
martes, 12 de febrero de 2008
Gustavo Martín Garzo y Barba Azul
Me deslumbró como siempre su juglaresca exposición, su disfraz de cuentacuentos, y trajo ante mis ojos las gigantas y las hadas que a modo de bestiario pueblan sus mundos literarios, y desde hace años felizmente el mío. Un gran hombre, por fuera y por dentro. En el viaje vino leyendo (feliz coincidencia) la mejor novela que leí el año pasado: El olvido que seremos del colombiano Héctor Abad Faciolince. Le ha encantado como a mí su dureza y su sensibilidad, su retrato duro, amargo y enamorado de la vida.
Hablamos de La miga de pan, entrañable cuento que dedicó a su hijo Manuel y que protagoniza una perrita llamada Tana; una perrita que habitó en su casa hasta poco antes de la escritura del fantástico relato. Se emocionaba contándome cómo los dibujos de la edición, realizados por Jesús Gabán, reproducen con esmerada exactitud las fotos que de Tana le envió el autor. Un hermoso cuento que dedicó afectuosamente a mi corazón de niño y que mueve con sus páginas todavía mi camino hacia la poesía. Nunca podré agradecérselo.
lunes, 11 de febrero de 2008
Renovarse o morir
domingo, 10 de febrero de 2008
Sin excusas
viernes, 8 de febrero de 2008
Estoy con Zapatero
jueves, 7 de febrero de 2008
Sobre poetas y tumbas
No sé, pero esta tarde me apetecía nuevamente perderme por las tristes páginas de un libro muy especial: Tumbas de poetas y pensadores, lo último de Cees Nooteboom publicado por Siruela a finales del año pasado e ilustrado con delicadas fotografías en blanco y negro realizadas por su mujer Simone Sassen. Nooteboom ha viajado por todo el mundo en busca de sus "muertos amados", de las tumbas donde reposan, donde descansa su inmortalidad. El libro, de gran formato, tiene hermosas reflexiones personales y textos de los propios homenajeados. De los ochenta y tres escritores visitados en su última morada, sólo dos son españoles y seis hispanos: Cervantes y Antonio Machado, y Bioy Casares, Borges, Elías Canetti, Cortázar, Neruda y César Vallejo.
Parece macabro, pero este tema me interesa desde hace ya algunos años. Hay una página en internet que ya conocía y que visito con frecuencia en busca de algo tan contradictorio como una tumba, tan vacía y tan llena a la vez. Moradas de poetas que siguen hablando, que se repiten, que conversan contigo. Alguien que seguramente no hemos conocido pero que irracionalmente sus voces resuenan en nosotros.
un rato, un minuto, un siglo;
pero que todos sepan que no he muerto;
que hay un establo de oro en mis labios;
que soy el pequeño amigo del viento Oeste;
que soy la sombra inmensa de mis lágrimas.