sábado, 6 de octubre de 2007

Álvaro Mutis multiplicado por tres

Llegamos ahora al hotel, agotados. Todo el día de un lado a otro por este Madrid que cada vez me cansa más. Fin de semana completo y repleto de planes. Entre ellos la Casa de América para conocer "VivAmérica", encuentro anual que conmemora el 12 de octubre como patrimonio común de los pueblos iberoamericanos: música, literatura, teatro, cine, arte, gastronomía y debates.
Nos hemos acercado por la tarde a ver al chileno Luis Sepúlveda que hablará sobre el circo de los cuentos. Después de firmarme su querido relato de la pobre gaviota que no sabía volar, me comenta en una charla amena que vive aquí en Gijón desde hace años y que le agrada mucho que mis alumnos lean con tanto interés este librito.
Pero realmente mi cita en la Casa de América es para escuchar a tres poetas magníficos en un debate abierto sobre su obra: Tomás Segovia, Rafael Cadenas y Manuel Alegre. El venezolano Cadenas distante, hermético, reticente como sus versos (ya le dedicaré una página en este blog otro día); Tomás Segovia, valenciano aunque mexicano de adopción, muy sordo pero luminoso como nunca. Es la primera vez que le veo; le conozco hace mucho porque su poesía siempre me gustó. Me regala unas palabras cariñosas al final del acto y juega con un pequeño dibujo y mi nombre en la dedicatoria de LLegar, su último libro poético, un verdadero prodigio que recoge sus versos de los dos últimos años. Nos vamos y en la despedida doy un abrazo lleno de palabras a mi amigo Luisito Muñoz, que limpia el pescado como nadie y que ama el silencio hermosamente.
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Al salir Emma y yo nos fijamos que Álvaro Mutis está al fondo, sentado en una mesa, distraído. No llevo nada de él encima (con todo lo que me ha contado Maqroll el Gaviero). Nos vamos, pero no se puede cegar mi decepción. Volvemos, me acerco entre tímido y valiente dispuesto a compartir su café. Le cuento y me escucha. Sonríe y me dice que me espera, que vaya corriendo a por un libro. Al rato (nervioso como un adolescente) regreso con la summa poética reunida sobre su Gaviero, edición preciosa y especial que se hizo por la concesión de su Premio Cervantes con el Fondo de Cultura Económica, sus poesías completas. Me ve llegar de lejos y sonríe. "Tu nombre me gusta; es una marca de diferencia". Me invita a sentarme. No me mira. Pasa las páginas entre asombrado y nervioso. No conoce la edición. "¡Coño! Nunca vi antes este libro". Llama a una chica joven y toma nota. Me cuenta la historia de la foto de la contraportada, donde se chupa el dedo. "Los extremeños tienen suerte, chico". Me agarra fuertemente la mano y maldice su mala letra porque ya no logra disimular sus temblores. Le oí decir en alguna ocasión que en su poética la palabra busca el orden íntimo para solventar el deterioro de la materia y del hombre; lo que son las cosas...
Nos despedimos. Me marcho deseándole salud para él y para Maqroll, que anda ya liado en otro viaje. "Las gracias te las doy yo a ti por descubrirme mi obra; qué productivo encuentro". Aquí en el hotel recuerdo ahora que en una entrevista suya afirmaba algo así como que en su poesía él siempre busca una tenue posibilidad para que la libertad contradiga a la providencia. Qué suerte hemos tenido, maestro.