martes, 27 de abril de 2010

Los asesinos lentos

El pasado domingo presenté en la XI Feria del Libro de Cáceres la excelente novela Los asesinos lentos (Siruela, 2010) de Rafael Balanzá, el último Premio de Novela Café Gijón. Recomendadísima su lectura. He aquí algunas de las reflexiones que leí en dicho acto:
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Rafael Balanzá nació en Alicante en 1969 y reside en Murcia desde 1986. Articulista y fundador de su propia revista El Kraken, cuya trayectoria se ha prolongado desde enero de 2002 hasta febrero de 2009 a lo largo de 27 números; de ella dijo el mismísimo Fernando Arrabal que era sin duda la mejor revista de Europa.
En 2007 publicó el libro Crímenes triviales compuesto por cinco relatos; estuvo en el cajón durante bastante tiempo hasta que el escritor Manuel Moyano (que según Balanzá fue su descubridor literario) le convenció para que lo moviera por las editoriales. Él aseguraba que eran impresionantes, buenísimos y afortunadamente el autor le hizo caso. Tuvo una tirada limitada pero los relatos fueron muy bien acogidos por la crítica.
Corrector en otro tiempo y hoy escritor 24 horas al día, Rafael Balanzá es el nuevo Premio de Novela Café Gijón con Los asesinos lentos, su primera novela, una reflexión literaria «sobre los miedos de la vida».
Los asesinos lentos es un magnífico relato psicológico de dos hombres: Juan Cáceres, casado con una mujer de éxito, con hijos, un hermoso chalet, un velero y un negocio propio; y Valle, un antiguo amigo músico que no ha logrado triunfar en la vida, que está divorciado, bebe más de la cuenta y considera que su vida es un fracaso.
Al comienzo de la novela, Valle contacta con Juan después de diez años sin verse; ambos tienen un pasado en común. Cuando eran jóvenes habían formado una banda musical que si bien no triunfó, logró que tuvieran éxito con las chicas. Mientras Valle continuaba con su carrera musical, Juan la abandonó para buscar un trabajo más seguro. Ahora se vuelven a encontrar. Así comienza la novela:
"Estuve charlando con Valle en el café Arrecife; durante una hora larga evocamos juntos otros tiempos, reímos juntos; después me anunció fría y serenamente que iba a matarme, que había decidido matarme y que lo haría relativamente pronto".
Primeras palabras contundentes con tintes cinematográficos y ecos claros de la famosa Crónica de una muerte anunciada de García Márquez.
Juan al principio considera todo esto una broma pero su amigo le va desgranando las razones por las que planea matarle, razones que él considera absurdas. Es el planteamiento de Los asesinos lentos. Dos hombres. Uno un triunfador en la vida, el otro un perdedor. El anuncio de un asesinato. Una vida que no es perfecta.
Gran acierto ha sido poner en la voz de Juan Cáceres los sucesos que se narran en el libro. A través de él vemos cómo su vida, aparentemente perfecta, se va desmigajando y va encontrando elementos que le llevan a replantearse cómo es su familia en realidad, a la vez que intenta convencer a su amigo de que matarlo no es una buena idea. Narrado en primera persona, leemos sus pensamientos, cómo es su vida cotidiana, su trabajo en su tienda de animales en un centro comercial, cómo se relaciona con su mujer, con sus hijos o con sus amigos.
Rafael Balanzá tiene poco más de 150 páginas para resolver esta historia sin defraudar a los lectores; entiende que hay una clara injusticia al comparar las trayectorias vitales de los dos amigos. Ese encuentro entre Juan Cáceres y Valle (en cuyo nombre veo un guiño al maestro del esperpento), llevará al protagonista a vivir angustiado, viéndose inmerso en un proceso de pérdida de la realidad que lo abocará a un final trágico. La vida de Juan, al que en teoría le va todo bien, se empieza a pudrir; su familia y su negocio le traen problemas que uno a uno son digeribles pero que todos juntos, unidos al anuncio de que su amigo lo va a matar, lo llevan a la enajenación y la locura.
Usando un estilo directo, preciso y depurado y la capacidad sugestiva y evocadora del lenguaje, del humor y la ironía, nuestro escritor rompe la frontera de lo verosímil planteando situaciones surrealistas y absurdas que, desde la angustia, se viven con pesadumbre. El protagonista tergiversa, exagera, esperpentiza a los personajes y se hunde en sus miedos más inmediatos. A los lectores, con una intriga que se va haciendo desesperante, consigue contagiarnos la locura de Juan Cáceres y alejarnos de la razón. Nos convence. Nos llena de desasosiego.
Lo escalofriante es que llegamos incluso a pesar que nuestra vida, ordenada y feliz, se puede derrumbar en cualquier momento sin necesidad de que ocurra nada extraordinario. Que yo, que me considero un hombre equilibrado, puedo perder el juicio en un par de días. En un momento de la novela (pág. 105) hay una reflexión que me parece imprescindible reseñar:
"Existe una determinada y posible combinación de circunstancias para arrastrar a cada hombre a su propia y particular forma de locura; y nadie, por sólidamente constituido que esté su carácter, se encuentra completamente a salvo de eso. Nadie".
Balanzá hace un magnífico trabajo en la descripción de los vericuetos psicológicos de un hombre normal, de un matrimonio normal, de una familia normal y nos hace creíble todo lo que ocurre en la novela con un estilo sencillo, que mezcla partes llenas de humor con otras irónicas y más oscuras, que consigue atrapar al lector desde el principio.
Además de García Márquez y Valle-Inclán, encuentro un débito importante a Kafka ya desde el título, donde se pretende condensar todo el argumento. Y también, y entre muchos otros ecos literarios, creo detectar a Graham Greene, a Cela, a James Joyce, a Dostoyevski y a Tolstoi, que apostaron en su obra por la osadía y la conciencia.
El desarrollo de la historia recuerda en muchos momentos el estilo y los esquemas narrativos del lenguaje cinematográfico y a lo largo de la novela encontramos inteligentes juegos literarios, la literatura dentro de la literatura, con claros tintes autobiográficos por parte del autor.
El jurado del Premio Café Gijón destacó la «audacia narrativa» de esta obra de Rafael Balanzá, «cuya trama se sustenta en una estructura muy bien construida que mantiene en vilo al lector, llevándolo a un desenlace ingenioso e inesperado». Es sencillamente la historia de dos amigos que se reencuentran. Y en ese reencuentro uno amenaza de muerte al otro; asesinos lentos porque ponen la amenaza en la mesa pronto, pero tardan en ejecutarla. Entre tanto, los amigos se emborrachan y viven una serie de circunstancias que dan cuerpo a la novela.
En definitiva nos enfrentamos (en el terreno literario de una novela negra “sui generis”) a los miedos de la vida, de la propia existencia. Huir de ellos, de nuestros miedos, es un intento infructuoso del ser humano. Lo hemos pretendido siempre y seguimos y seguiremos sin conseguirlo. El hombre nunca superará sus miedos, por mucho que lo intente, por muy convencido que esté. Porque ciertamente sólo lograremos ser felices en ausencia del miedo.
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domingo, 25 de abril de 2010

Adonáis en Cáceres

Ayer se presentaron en la XI Feria del Libro de Cáceres el Premio Adonáis 2009 y los dos accésit; son (en este orden) El minuto interior de Rubén Martín, Quince días de fuego de Mario Lourtau y Oscuro pez del fondo de Daniel Casado.
Tengo hace días los tres ejemplares pero sólo he leído con detenimiento (y ya en este formato libro) el de mi amigo Daniel, del que hable aquí en mis Ausencias cuando conocí que le habían dado el premio. Los dos finalistas son cacereños: Daniel de Trujillo y Mario de Torrejoncillo; y me alegra mucho. No sé, quizá por eso de que los extremeños se tocan...
Son tres buenos poetas, jóvenes además (1980, 1976 y 1975 respectivamente) que han dado a este premio un baño de luz y de cercanía que desde hace tiempo no me llegaba. Enhorabuena a los tres Adonáis y a nosotros, sus lectores.

viernes, 23 de abril de 2010

Día del Libro

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«Ayer no resucita. Lo que hay atrás no cuenta. Lo que vivimos ya no está. El amanecer nos entrega la primera hora y el primer ahora de otra vida. Lo único de verdad nuestro es el día que comienza».
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JOSÉ EMILIO PACHECO

miércoles, 14 de abril de 2010

28 de marzo

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Conozco bien los caminos
conozco los caminantes
del mar, del fuego, del sueño,
de la tierra, de los aires.
Y te conozco a ti
que estás dentro de mi sangre.
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Miguel Hernández
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sábado, 3 de abril de 2010

Los dos gallitos andaluces

Desde tierras sorianas leo hoy una nueva y excelente reseña de mi libro sobre Federico García Lorca y Rafael Alberti escrita por el profesor Manuel Simón Viola (que ya se acercó en una primera lectura desde su blog no hace mucho y a la que tituló "Alberti y Lorca, una amistad imposible"). Esta última reseña salió hace unos días en Trazos, cuadernillo cultural del diario extremeño Hoy; ahora la rescato aquí. Muchas gracias amigo.
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LOS DOS GALLITOS ANDALUCES
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Alberti y García Lorca, la difícil compañía.
Hilario Jiménez Gómez
Sevilla, Ed. Renacimiento, 2009, 357 págs.
Prólogo de Luis García Montero
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Licenciado en Filología Hispánica y profesor de lengua y literatura, Hilario Jiménez (Montánchez en 1974) ha publicado hasta el momento cinco poemarios marcados por la noble huella de sus referentes preferenciales (Alberti, Miguel Hernández, García Lorca...): Paisaje sin figuras (1995), En un triángulo de ausencias (2003, ilustrado por Eduardo Naranjo), Versos de color naranja (2003), Delirio in extremis de un aguador con sed (2004) y Diario de un abrazo (2008).
Paralelamente a esta notable obra poética, Hilario Jiménez ha ido entregando numerosos trabajos sobre el periodo literario conocido como la “edad de plata” y que se corresponde con los años veinte y treinta, el protagonizado, junto a restos de movimientos estéticos precedentes, por las vanguardias y la generación del 27. Su trabajo mejor acogido ha sido Lorca y Alberti, dos poetas en un espejo (Fundación Rafael Alberti, 2001, reeditado por la I.C. El Brocense en 2003), pero resulta de justicia mencionar su labor de coordinación y edición del magnífico volumen Neruda, un corazón que se desató en el viento (Cáceres, I. C. El Brocense, 2005). Ahora, la editorial sevillana Renacimiento publica una edición revisada del libro citado con nuevos documentos y bibliografía actualizada.
De los numerosos epígrafes con que fue denominado el conjunto de poetas que se dieron a conocer en la tercera década de siglo (generación de la Dictadura, de la República, del 27...), el “de la generación de la amistad”, fomentado por los propios componentes, subrayaba la relación afectuosa que cohesionó al grupo hasta, al menos, los umbrales de la guerra civil. Hilario Jiménez ha indagado en la relación que unió a dos poetas andaluces hermanados en la inercia de los hábitos académicos (la misma que empareja a Guillén con Salinas, a Aleixandre con Cernuda...) desde 1924, año en que Lorca y Alberti se conocen en la Residencia de Estudiantes de Madrid, hasta el verano de 1936 en que es asesinado el poeta granadino.
El resultado es un riguroso trabajo, perfectamente documentado (cartas, fotografías, postales, manifiestos, noticias de prensa...) que traza el itinerario de una “amistad” en que alternaron las declaraciones públicas de afecto con los desencuentros. Visto desde hoy, resulta comprensible que se vieran abocados a una rivalidad inevitable: ambos se inician cultivando un neopopularismo andaluz cuyas diferencias trataron desde el primer momento de subrayar, pues, en efecto, como dice el prologuista: “Lorca daba voz a la Andalucía interior, trágica, de ríos cargados de suspiros y serranías marcadas por la luna [...] Alberti exponía la otra imaginación andaluza, el sol de unos litorales de azoteas y de dunas...”, pero, además, las circunstancias los obligaron a coincidir en ciertos temas (la estética gongorina, la muerte de Ignacio Sánchez Mejías), se sintieron atraídos por los mismos géneros (la poesía y el teatro) y dieron entrada en su trayectoria a las mismas corrientes de modo sucesivo (neopopularismo, surrealismo). No contribuyeron a mejorar las cosas la indecisión de Lorca a la hora de publicar, lo que ocasionó que Alberti, cuatro años más joven, se le adelantara con libros como Marinero en tierra (premio nacional de literatura de 1925; el Romancero gitano vio la luz en 1928), la predilección de Juan Ramón Jiménez por Alberti, o la actitud condescendiente de los poetas “catedráticos”, para quienes eran “los dos gallitos andaluces”, unos escritores, al fin, cuyo éxito (de lectores, de espectadores) no era sino indicio de sus carencias o confirmación de sus concesiones populares.
Aunque la perspectiva crítica de Hilario Jiménez es impecablemente ecuánime, la lectura de este excelente trabajo deja la impresión de que Lorca fue culpable en mayor medida de esa “amistad imposible”, pues aunque supo contrapesar su actitud con declaraciones de afecto y de sincera admiración, pudieron más su enfermiza egolatría, sus celos, el envanecimiento del éxito..., de modo que Luis García Montero puede afirmar “Federico García Lorca y Rafael Alberti no fueron enemigos. Nada más y nada menos. El libro de Hilario Jiménez Gómez ordena este panorama ideológico y plantea las cosas en su lugar [...]. Fueron dos poetas nobles, con ellos mismos y entre sí, y los dos procuraron que la rivalidad de las situaciones literarias no se convirtiera en hostilidad manifiesta”.
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Notas al margen (Blog de Simón Viola)