Gritaba aquel conejo blanco, con gafas, vestido con chaleco y pajarita y con un hermoso reloj dorado de cadena cuando se cruzaba, alarmado y corriendo, con Alicia a las puertas de su maravilloso país... Así me encuentro yo. Buscando tiempo para dedicarme a leer, que me hace tanta falta. Libros, unos comprados y otros regalados (por sus autores, como dios manda), que se apilan casi suplicantes a la izquierda de la mesa de mi estudio.
Y mientras tanto aquí estoy, casi sin poder escribir ni en el blog ni en ningún sitio. Sólo con esta dichosa oposición para acceder al cuerpo de profesores de secundaria. Oposición que ya aprobé en las dos últimas convocatorias, pero que me quedé fuera porque no había suficientes plazas. Aprobado sin plaza; qué bonita metáfora (por no decir cabronada absurda).
Tiempo... Y pensar que hay gente que me dice que se aburre. Si es que no hay derecho. Qué mal repartido está el mundo.
(P.D.: Gracias querido Álvaro por el préstamo de tu reloj placentino, que ahora es montanchego. Me encantan los gentilicios... ¡Cuánta información en una sola palabra!)