Esta mañana ya he estado en mi nuevo instituto. He charlado con mis compañeros y a mis alumnos los conoceré el jueves. Repasando las estanterías de casa, buscando lecturas para recomendar en las aulas, vuelvo a retomar libritos que hace tiempo leí y que no acudo a ellos con la frecuencia que a mí me gustaría.
Eso me pasó hace unos días pero en un contexto diferente. Llevo años trabajando en la literatura española de vanguardia pero ya hacía tiempo que no releía al bilbaíno Juan Larrea (1895-1980), poeta más que olvidado y poco valorado en mi opinión. Mi amigo Iván (de Monleón) me ha hecho volver a abrir mi ejemplar de Versión celeste y me he dejado envolver nuevamente por la magia del tiempo, por unos versos (muy pocos, poquísimos) que me siguen deslumbrando como el primer día, que parecen recién escritos, que me hacen reflexionar sobre cómo verdaderos genios de la literatura aparecen mudos en los libros académicos. Padre impulsor del surrealismo en España, los versos existencialistas de Larrea, llenos de imaginación, de fuerza lírica y de una espiritualidad muy poco común en nuestras letras, son capaces de transportar al lector a un mundo onírico y hacerle partícipe de sus inquietudes con palabras oscuras que sólo comunican una parte; la otra tiene que ponerla el atento lector.
Iván, aquí copio estos versos que sé llevas muy cerca; gracias por las confidencias. Y ojalá que para ti lector, si te acercas por primera vez a Larrea, signifiquen un feliz descubrimiento.
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ESPINAS CUANDO NIEVA
(En un huerto de Fray Luis)
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Suéñame suéñame aprisa estrella de tierra
cultivada por mis párpados cógeme por mis asas de sombra
alócame de alas de mármol ardiendo estrella estrella entre mis cenizas
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Poder poder al fin hallar bajo mi sonrisa la estatua
de una tarde de sol los gestos a flor de agua
los ojos a flor de invierno
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Tú que en la alcoba del viento estás velando
la inocencia de depender de la hermosura volandera
que se traiciona en el ardor con que las hojas se vuelven hacia el pecho más débil
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Tú que asumes luz y abismo al borde esta carne
que cae hasta mis pies como una viveza herida
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Tú que en selvas de error andas perdida
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Supón que en mi silencio vive una oscura rosa sin salida y sin lucha
Suéñame suéñame aprisa estrella de tierra
cultivada por mis párpados cógeme por mis asas de sombra
alócame de alas de mármol ardiendo estrella estrella entre mis cenizas
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Poder poder al fin hallar bajo mi sonrisa la estatua
de una tarde de sol los gestos a flor de agua
los ojos a flor de invierno
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Tú que en la alcoba del viento estás velando
la inocencia de depender de la hermosura volandera
que se traiciona en el ardor con que las hojas se vuelven hacia el pecho más débil
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Tú que asumes luz y abismo al borde esta carne
que cae hasta mis pies como una viveza herida
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Tú que en selvas de error andas perdida
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Supón que en mi silencio vive una oscura rosa sin salida y sin lucha
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