Un día precioso el de hoy; intenso, sí, pero precioso. He estado en el IES "San Pedro de Alcántara" hablando con alumnos de bachillerato sobre la unión necesaria entre la poesía (la mía y la de otros) y la música. El relevo fue difícil porque antes de mis palabras habían escuchado en otras sesiones la guitarra y la voz desgarrada de mi amigo José Manuel Díez y la musical sensibilidad, plagada de magia y colores, de mi querido Juan Carlos Mestre. Encarna Osorio ha sido mis ojos y mis manos en esta jornada literaria, gallega especial y cariñosa que me lo ha puesto muy fácil; he echado mucho de menos a Serafín Portillo. Después de comer todos juntos, cerré uno de los cursos organizados por el CPR de Brozas con amigos y compañeros de la zona, profesores en su mayoría de lengua y literatura; me llegó con dos de ellos un aire entrañable y nostálgico de mi inolvidable año en el IES "Loustau-Valverde" de Valencia de Alcántara, hojas volanderas con nombres propios que me siguen aportando más que cariño: María América, Álvaro, Cándido, Antolín, Ana, Luis, Chisco, Montaña, Mati, Encinar, Gema, Paco, José Manuel, Martina, Pascual,...
Llego a Cáceres volando, con tiempo todavía de pasarme por la pobre Feria del Libro de este año para saludar a mi amigo José Antonio Ramos, generoso y bueno como ninguno, que presenta un nuevo libro (no sé de dónde saca tiempo) sobre arte medieval placentino; y abrazo también a Silvia, a Juan Andrés, a Seli, a Cipri, a Cati. Cuánta gente a la que admiro y quiero a partes iguales. Al cerrar la puerta de casa y desprenderme de abrigo, libros y papeles, uno se siente más desnudo que nunca; hoy ha dejado tras de sí demasiadas cosas.
Llego a Cáceres volando, con tiempo todavía de pasarme por la pobre Feria del Libro de este año para saludar a mi amigo José Antonio Ramos, generoso y bueno como ninguno, que presenta un nuevo libro (no sé de dónde saca tiempo) sobre arte medieval placentino; y abrazo también a Silvia, a Juan Andrés, a Seli, a Cipri, a Cati. Cuánta gente a la que admiro y quiero a partes iguales. Al cerrar la puerta de casa y desprenderme de abrigo, libros y papeles, uno se siente más desnudo que nunca; hoy ha dejado tras de sí demasiadas cosas.