lunes, 21 de diciembre de 2009

¿Y ahora dónde estás, Federico?

Así titulaba el pasado domingo el periódico El País un artículo amplio que resumía el fracaso de la búsqueda de los restos de Federico García Lorca en las proximidades de Víznar y Alfacar.
Han surgido (y surgirán) opiniones muy distintas sobre todo lo ocurrido en estos dos últimos meses. Yo, además de una tristeza infinita, me acuerdo mucho del hispanista Ian Gibson que por encima de toda duda es y será el biógrafo más documentado sobre Lorca a nivel mundial; por sus trabajos e investigaciones todos sabemos lo que sabemos del granadino y eso no podremos pagárselo nunca. Desde aquí mi gratitud y mi abrazo.
La exactitud del enterramiento de Federico, sus últimos momentos e incluso los inmediatamente posteriores siguen siendo hoy una incógnita dolorosa, como lo han sido siempre. Por favor, dejemos las absurdas conjeturas y barbaridades que aparecen ahora en todos los medios de comunicación; acerquémonos a sus versos, los mismos en los que García Lorca ya se adelantó terriblemente a los acontecimientos:
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Cuando se hundieron las formas puras
bajo el cri cri de las margaritas,
comprendí que me habían asesinado.
Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias,
abrieron los toneles y los armarios,
destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro.
Ya no me encontraron.
¿No me encontraron?
No. No me encontraron.
Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba,
y que el mar recordó ¡de pronto!
los nombres de todos sus ahogados.
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