domingo, 17 de octubre de 2010

Exposiciones literarias

Hemos pasado parte del puente del Pilar en Madrid para visitar con muchísimo interés tres exposiciones: una sobre Dalí y Lorca, otra sobre el centenario de la Residencia de Estudiantes y una tercera sobre Miguel Hernández.

"Dalí, Lorca y La Residencia de Estudiantes" se ha montado en el edificio de CaixaForum. Ocupa prácticamente la tercera planta y ha querido recoger la relación artística, literaria y sentimental que surgió entre los dos artistas desde 1923 a 1929. "Ha querido" porque es humanamente imposible reunir todo el material que nació en estos seis años de convivencia. Exposición no obstante rica y variada (aunque ningún material novedoso) que aporta al visitante mucha y buena información sobre lo que lograron hacer entre ambos. La etapa daliniana en la literatura de Lorca y la influencia lorquiana en la pintura de Dalí. Surrealismo, putrefactos, cartas y dedicatorias, cuadros, marionetas, varios "San Sebastianes" y numerosos libros y revistas. Muy recomendable.

Por su parte la Residencia de Estudiantes celebra en estos días el centenario del nacimiento de esta importante institución cultural: "100% Residencia. Una tradición recuperada"; aunque es verdad que todo lo que se recoge en ella ya se ha mostrado en otras ocasiones, son dignos de mención los dos audiovisuales que invitan a la reflexión y a un alucinante viaje en el tiempo. Hay además una habitación montada "como las de los años veinte" que bien merece regresar a la Resi sólo con esta excusa.


"Miguel Hernández. La sombra vencida" es la que más le ha gustado a Emma. Desde la Biblioteca Nacional se celebran los cien años del poeta de Orihuela, el pobre cabrero que llegó a este mismo edificio en los años treinta y donde no le recibieron ni con aplausos ni con abrazos. El profesor José Carlos Rovira ha coordinado con gusto y sabiduría esta exposición, digna y completa. Recorrido histórico y vital a través de libros, fotos, objetos personales, manuscritos y varios cuadros importantes entre los que destaco los de Benjamín Palencia y Maruja Mallo y el famoso carboncillo que dibujó Buero Vallejo retratando al poeta en la compartida prisión de Torrijos. Me quedo con tres objetos de Miguel Hernández: su maleta (vacía como siempre), una lechera (donde Josefina le llevaba leche a la cárcel y en la que sacaba poemas escondidos) y el papel higiénico en el que Miguel escribió cuatro cuentos a su hijo. El catálogo que recoge la totalidad de lo expuesto es excelente. Creo que es un buen punto y final para las celebraciones de este año hernandiano.

Me sigue sorprendiendo y emocionando a partes iguales la riqueza desbordada de los años 20 y 30 de la cultura española, lo que nos sigue aportando y lo que ciertamente sigue enseñándonos. Años irrepetibles, únicos, que tardarán mucho tiempo en nacer, si es que nacen...