Siguen las vacaciones y ya estoy cansado de responder que me quedan todavía varias semanas y después oir que cómo vivimos los profesores. Ahí querría ver yo a más de uno; no de vacaciones sino en un aula rodeado de adolescentes.
Nadie está a gusto con lo que tiene. Sigo en Montánchez, mi pueblo, ahora con más gente de la que acostumbra durante el resto del año. Dentro de nada empezarán las fiestas patronales y en ella aparecerán de nuevo encartados los Diálogos de Culturas, ya en su segunda edición. Este año nos visitarán, de la mano de Juan Margallo, Nùria Espert, Mayor Zaragoza, Pepe Monleón o incluso Juan Diego Botto, por nombrar algunos famosos. Realmente mi pueblo no parece él y mis paisanos (montanchegos y montanchegas, gentilicio que volvió loco a Sánchez Dragó) están entre felices, sorprendidos y pesarosos... Nadie está a gusto con lo que tiene.
En realidad esa mezcla de sensaciones, de sentimientos, también me rondan a mí. La insatisfacción es un rasgo común del ser humano y más en estos tiempos que corren. Me dan ganas de echar a andar, lejos, sin mirar atrás, y (aunque ya lo he encontrado) buscar el amor verdadero para seguir encontrándote nuevamente, ahí, sonriendo, casi en silencio, comprensiva.