Murió Francisco Umbral. Tuve la oportunidad de coincidir con él en alguna ocasión, pero no quise conocerle. No me gustaban sus columnas en El Inmundo. No me gustaba su oportunismo. No me gustaba su provocación denostada y vacía ni su descofiado y oscuro tono de voz. He leído pocas cosas suyas. Mortal y rosa entrañable, pero no para tanto. De sus libros seudopolíticos ni los títulos.
Una pena que su obsesionada mentalidad izquierdista girada hacia la derecha le impidiera dedicar su talento a la literatura... No sé ni siquiera por qué hoy hablo de él. Echaré de menos su bufanda blanca al cuello de Valle-Inclán en una noche fría de Madrid y sus gafas de pasta negra que hablaban mucho de sus temores. Se llevó un Cervantes y un Príncipe de Asturias quizá exagerados. Se le resistieron dos sillones, a cual más cómodo: en la Real Academia y en mi biblioteca. Descanse, por fin, en paz.