Un mes ya desde mi última entrada en estas Ausencias, pero mi verano está más ajetreado que nunca. Hablo mucho por teléfono con amigos, demasiados papeles entre manos y planes variados a cortísimo plazo. Y conmigo siempre lecturas penitentes: las poesías recién publicadas de mi amigo Álvaro Valverde tituladas Desde fuera, también las del nunca premiado pero muy leído Leopoldo María Panero Escribir como escupir y los nuevos poemas del joven granadino Daniel Rodríguez Moya en Cambio de planes; Sauce ciego, mujer dormida, los deliciosos cuentos de Haruki Murakami; y la relectura emotiva y llena de agradecimiento de la nueva edición de Campo de amapolas blancas de mi admirado Gonzalo Hidalgo Bayal (hablaré de todas estas lecturas en próximas entradas).
Y entre viajes, reuniones horribles y arreglos de programas culturales no me queda tiempo libre ni para los demás ni para mí. Menos mal que sé que el aburrimiento es malísimo (hace escribir verdaderas gilipolleces; Javier Figueiredo hace resumen inteligente de ello estos días en su blog) y por eso no tengo sitio para él. Cuanto menos tiempo derrocho más cosas hago.