Fin de semana intenso con amigos y familia, como debe ser. Mi casa llena de gente como en una boda, pero sin novios ni cura. Otro cierre de año lleno de ritos casi ancestrales para celebrar en torno a la matanza ibérica una fiesta que ya se ha convertido en costumbre.
El esfuerzo de meses y las ilusiones de años nos reúnen entre las sonrisas y el trabajo. ¿Quién tiene las llaves del convento? ¿Algo tendrá la mula? ¿Cinquillo o tute?... y al lado del fuego de encina verde, junto a la chimenea, los sueños y los deseos de repetir al año que viene se abrazan a la mirada complacida y afectuosa de mis padres.