Ayer viaje a Madrid con mis alumnos de bachillerato. Madrugón, mucha niebla, pero el sol de fondo promete. Comida en el camino con los compañeros (y sin embargo amigos) y llegada a primera hora de la tarde a la mágica Residencia de Estudiantes ¡Cuántas veces aquí y cada nueva visita se parece a la primera! Esta vez Juan Ramón Jiménez y sus 50 años del Nobel nos acompañan en nuestro recorrido.
Tarde de compras en Callao, con la Fnac y El Corte Inglés llenos de gente con prisas. Libros agotados, discos que no están y encuentro para contar con el del Tomate (qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte). Parada, cena ligera y camino rápido hacia la Gran Vía para ver Los Productores.
En la puerta del teatro largas colas. Se anuncia desde hace meses como el mejor musical de los últimos tiempos. Sube el telón y el espectáculo no defrauda. Risas cada minuto, escenografía deslumbrante y diálogos excelentes. Algún alumno se despierta ayudado por los aplausos finales. Ha sido un día agotador. Es la una de la madrugada y nos quedan casi cinco horas de camino. Montamos en el autobús y dejamos atrás una fría noche madrileña. Otra jornada más que afortunadamente quedará en mi memoria; la de los afectos.