domingo, 3 de junio de 2007

El amor más allá de la muerte

Tres libros de poesía publicados por Visor tengo todavía encima de la mesa y a sus páginas acudo día sí día también en busca de versos. Cada uno diferente, cada uno aparte. Benedetti con Canciones del que no canta, Benjamín Prado con Marea humana y Juan Antonio González-Iglesias con Eros es más. Es cierto que llevo ya con ellos mucho tiempo entre manos pero también es cierto que cada vez leo la poesía más despacio y con distintos intereses. El de Benedetti es uno de los mejores de su autor, repaso de su madurez y de sus ausencias; el de Benjamín es un hermoso homenaje poético a personas con nombre y apellidos. De estos dos ya hablaré en otro momento.
El poemario de Juan Antonio, con el que ganó este año el XIX Premio Loewe, es francamente deslumbrante. Sí, ya sé que este joven poeta salmantino no es plato de gusto para muchos y que llevar un recorrido meteórico no le favorece, pero es fabuloso. Me emociona su visión del amor, de la muerte, de la vida; la restauración de los tópicos literarios más clásicos, la actualización de recursos, sus meditaciones, la contemplación poética.
Que hay muchos altibajos de calidad en los poemas de este libro -he leído por ahí hace poco-, que se esperaba más de él. Yo siempre digo que no se puede destacar en algo porque los enemigos se multiplican. Que hablen de uno aunque sea bien... Aquí traigo el primer poema de este Eros es más que me hubiera encantado firmar a mí. Altamente recomendable (en mi humilde opinión):
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EXCESO DE VIDA
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Desde que te conozco tengo en cuenta la muerte.
Pero lo que presiento no se parece en nada
a la común tristeza. Más bien es certidumbre
de la totalidad de mis días en este
mundo donde he podido encontrarme contigo.
De pronto tengo toda la impaciencia de todos
los que amaron y aman, la urgencia incompartible
de los enamorados. No quiero geografía
sino amor, es lo único que mi corazón sabe.
En mi vida no cabe este exceso de vida.
Mejor, si te dijera que medito las cosas
(fronteras y distancias) en los términos propios
de la resurrección, cuando nos alzaremos
sobre las coordenadas del tiempo y el espacio,
independientemente del mar que nos separa.
Sueño con el momento perfecto del abrazo
sin prisa, de los besos que quedaron sin darse.
Sueño con que tu cuerpo vive junto a mi cuerpo
y espero la mañana en la que no habrá límites.
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