Fin de semana lorquiano en mis lecturas; y también albertiano (¿Habrá alguno que no?). Me llegan desde Sevilla, de la mano amistosa y llena de afecto de Abelardo Linares e Isabel García Mesa, dos libros magníficos.
Crónica General de la Guerra Civil es una antología de artículos de prensa recopilada por María Teresa León (deliciosa escritora y primera mujer de Rafael Alberti). Reproduce en facsímil la publicada por Ediciones de la Alianza de Intelectuales Antifascistas de 1937, textos que escribieron aquellos compañeros de ideales inabarcables que recogen sus crónicas, sus reflexiones y las vicisitudes por las que estaban pasando. Una compilación de experiencias tristes, sueños derrotados, hilvanados delicadamente por la mano (a veces dura, a veces melancólica) de María Teresa. Podría considerarse sin duda un libro suyo.
En España con Federico García Lorca (Páginas de un diario íntimo, 1928-1936) recoge precisamente las anotaciones y reflexiones personales del Diario de Carlos Morla Lynch, diplomático chileno en la embajada de su país en Madrid durante estos años. En su casa llegó a reunirse lo mejor de la literatura española de la época y sus tertulias fueron famosísimas y muy concurridas. Memoria de un testigo de excepción, íntimo amigo de Federico García Lorca, con pasajes que aclaran muchas cosas y confesiones que te emocionan en cada lectura. Este Diario ya fue publicado en dos ocasiones en los años 50, censurado por la dictadura franquista; ahora vuelve por fin con sus heridas curadas y sus palabras reconstruidas, enriquecido además con un álbum personal de fotografías, el epistolario que le escribió Lorca en facsímil (con alguna carta inédita) y un luminoso prólogo de Sergio Macías Brevis. El libro aún no está a la venta, pero me dicen que en pocos días llegará a las librerías. Nunca habrás leído algo igual... Impresionante.
La memoria más dolorosamente recobrada por dos personas que vivieron en primera fila uno de nuestros episodios más inhumanos. Se necesita coraje para escribir estos libros pero también para leerlos. Aunque hayan pasado setenta y tantos años y el dolor y la tristeza continúen tan vivos en ellos, en sus páginas.