Una de las primeras intimidades que conocí del poeta cacereño Álex Chico (Plasencia, 1980) es que este cuadro de Hopper le acompaña hace años; una mujer semidesnuda, tristemente sola, casi abocada al fracaso en una habitación de hotel, con una carta en las manos y sus maletas sin deshacer siquiera. Acabo de leer su primer libro de poemas, publicado por la Editora Regional de Extremadura: La tristeza del eco. Aunque ya habían aparecido textos suyos en revistas y plaquettes, ésta es su primera incursión individual y con forma de libro.
No he podido ni un solo momento apartar de mi lectura esta pintura de Hopper, sus colores apagados, su ausencia, su melancolía, su soledad extrema. Granada, Portugal, Plasencia y Barcelona son algunos de los decorados recurrentes donde Álex va hilando sus reflexiones interiores, sus preocupaciones existenciales, rodeándose tranquilamente de lo cotidiano, casi sin darse cuenta. La añoranza del recuerdo y el vacío se apoderan fríamente de la voz poética, que se repite a modo de letanía con ecos de búsqueda imposible:
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Lo más extraño del viaje
es no saber hacia dónde se regresa.
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Detrás del muro siempre hay otra muralla.
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Recuerdo haber leído
que el único viaje de nuestras vidas
es el que se emprende
hacia uno mismo.
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Volvería a ese lugar
si lo hubiese habitado.
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La memoria, la triste memoria de lo que habiendo sido ya no será, de que el pasado nunca vuelve. Ni siquiera el amor ilumina los pasos; es el viaje el único sinónimo de vida, el que marca nuestras sensaciones. El hallazgo de un lugar desconocido, universal, es el único objetivo. Un diálogo con lo que fuimos. Versos para abrigarse del frío y poder resistir. Conversaciones con Ángel González, Colinas, Brines, Fonollosa o Claudio Rodríguez. Poesía visceral, hecha con las tripas y el corazón, con los ojos puestos en un horizonte que promete algo más que palabras, lejanos ecos, inmóviles latidos.
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Son todos esos lugares, todos esos nombres los que continúan
imperecederos en mi memoria.
Son todos ellos los que se repiten en la distancia
del eco
y me infieren nuevamente
tanta tristeza.
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Melancólico hallazgo del eterno viajero, querido Álex, que se siente abrazado en ecos tan cercanos. Gracias por este largo paseo sin destino.