jueves, 17 de enero de 2008

España ha dejado de ser católica

Esta afirmación la pronunciaba el 13 de octubre de 1931 el político y escritor Manuel Azaña (1880-1940) en un discurso ante las Cortes; polémica frase que le persiguió toda su vida pero que indirectamente le abriría las puertas de la Presidencia del Gobierno de la Segunda República. Hoy el periódico El Mundo regalaba un librito de Azaña (dentro de la interesante colección "Las voces de la Democracia. Así hablan los grandes políticos") que recoge dos discursos suyos, de 1931 y 1938 respectivamente: "España ha dejado de ser católica" y "Paz, piedad y perdón".
Aquí dejo como homenaje de admiración y respeto un pequeño fragmento del citado discurso de 1931, cuyas palabras siguen estando de una actualidad prodigiosa. Un lúcido orador y un buen hombre al que nuestro país pagó todas sus bondades con la dolorosa lección del exilio eterno. Cuánto tenemos que aprender...
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[...] Me refiero a esto que llaman problema religioso. La premisa de este problema, hoy político, la formulo yo de esta manera: España ha dejado de ser católica; el problema político consiguiente es organizar el Estado en forma tal que quede adecuado a esta fase nueva e histórica el pueblo español.
Yo no puedo admitir, Sres. Diputados, que a esto se le llame problema religioso. El auténtico problema religioso no puede exceder de los límites de la conciencia personal, porque es en la conciencia personal donde se formula y se responde la pregunta sobre el misterio de nuestro destino. Este es un problema político, de constitución del Estado, y es ahora precisamente cuando este problema pierde hasta las semejas de religión, de religiosidad, porque nuestro Estado, a diferencia del Estado antiguo, que tomaba sobre sí la curatela de las conciencias y daba medios de impulsar a las almas, incluso contra su voluntad, por el camino de su salvación, excluye toda preocupación ultraterrena y todo cuidado de la fidelidad, y quita a la Iglesia aquel famoso brazo secular que tantos y tan grandes servicios le prestó. Se trata simplemente de organizar el Estado español con sujeción a las premisas que acabo de establecer.
[...] Pero también desde hace siglos el pensamiento y la actividad especulativa de Europa han dejado, por lo menos, de ser católicos; todo el movimiento superior de la civilización se hace en contra suya y, en España, a pesar de nuestra menguada actividad mental, desde el siglo pasado el catolicismo ha dejado de ser la expresión y el guía del pensamiento español. Que haya en España millones de creyentes, yo no os lo discuto; pero lo que da el ser religioso de un país, de un pueblo y de una sociedad no es la suma numérica de creencias o de creyentes, sino el esfuerzo creador de su mente, el rumbo que sigue su cultura.
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