Este año ha caído sábado. Chocolate, alguna nube y un cuadro por el que pasean nuestros versos. Felicitaciones con palabras escritas más que voces y ecos y conversaciones. Cocina compartida con platos nuevos, juego de blancos y amarillos, y la compra el día anterior planeando detalles, melocotones y galletas. Faltaron las velas; quizá no las fabrican.
Regalos que hablan de muchas cosas. Maletas y zapatos. Treinta y cinco años ya de aquella boda en la que a muchos kilómetros moría Carrero Blanco. Comida familiar en casa como casi todos los años que recuerdo, después de vinos y tapas que alargaban el paseo. Siesta y compras paralelas. Regresos y venidas.
Y de fondo tú, en cada momento, en cada situación, en todas las manos. Tus ojos y tus detalles tan necesarios, tan tuyos, tan nuestros, tan de la vida. Mucho tiempo sin ti, esperándote. Una visita que llegó para quedarse. Siempre. Con tus lunas, tus pájaros y tus flores. Cuántas cosas que decirte y qué poco tiempo para demostrarte tanto. Estos treinta y cuatro son para ti, y los que vengan...