A mediados del mes de septiembre la extremeña Irene Sánchez Carrón ganaba el XII Premio Internacional de Poesía "Antonio Machado en Baeza", galardón que recibió el pasado 14 de noviembre en la ciudad andaluza por su poemario Ningún mensaje nuevo. Ese último libro es el que ahora tengo en las manos, recién impreso por la editorial Hiperión, de color rojo intenso y con el dibujo "Badajoz desde la Alcazaba" de Antonio Martín Cabeza en la cubierta.
Desde que leí sus Escenas principales de un actor secundario (Premio Adonáis 1999) la claridad de sentimientos, su cercanía, los retratos de situaciones y protagonistas marginales me cautivaron plenamente; algo que volvió a ocurrirme con Atracciones de feria (colección Abezetario de la Diputación de Cáceres, 2002), con su finísima crítica -entre humor y horror- al ser humano, a su débil condición. En su nuevo libro redescubro la misma voz, más femenina si cabe (con citas de María Zambrano, Ángela Figuera, Concha Méndez, Juana de Ibarbourou, Ana Rossetti, Ada Salas e incluso Bebe), rodeada de lo cotidiano, de lo sencillo; escenas muy visuales con altas dosis de amores y emociones, donde la memoria y los libros recobran el protagonismo de sus poemarios anteriores.
Desde que leí sus Escenas principales de un actor secundario (Premio Adonáis 1999) la claridad de sentimientos, su cercanía, los retratos de situaciones y protagonistas marginales me cautivaron plenamente; algo que volvió a ocurrirme con Atracciones de feria (colección Abezetario de la Diputación de Cáceres, 2002), con su finísima crítica -entre humor y horror- al ser humano, a su débil condición. En su nuevo libro redescubro la misma voz, más femenina si cabe (con citas de María Zambrano, Ángela Figuera, Concha Méndez, Juana de Ibarbourou, Ana Rossetti, Ada Salas e incluso Bebe), rodeada de lo cotidiano, de lo sencillo; escenas muy visuales con altas dosis de amores y emociones, donde la memoria y los libros recobran el protagonismo de sus poemarios anteriores.
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INFANCIA
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Calles estrechas,
balón,
cristales rotos,
la rodilla escociendo sobre el suelo,
última fila en clase,
solitarias vocales buscando consonantes,
los números en serie bajo las uñas sucias
y un nombre escrito en todos los cuadernos,
en todas las paredes,
sobre tu propio aliento en el espejo,
tu mano en el alféizar alimenta a los pájaros
mientras repites
que España limita al norte con el mar Cantábrico
y alguien te clava espigas
en el jersey de lana.
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Querida Irene, desde aquí mis felicitaciones... y gracias por aceptar el tiempo como un regalo espléndido.