En la madrugada del 25 de abril de 1974 se iniciaba en Portugal un levantamiento militar que provocaba la caída del dictador António Oliveira Salazar, que dominaba lacónicamente el país desde 1926. El régimen más longevo de toda Europa por fin terminaba, llegando al país luso el estado de derecho democrático que pronto también brillaría en nuestra oscurecida España.
Y ese día, en la Plaza del Comercio de Lisboa, una vendedora de flores regalaba entre lágrimas ilusionadas sus claveles a los militares sublevados, bautizando hermosamente como Revolución de los Claveles (Revolução dos Cravos) a este grito por la libertad.
Hoy, con un clavel en la mano que regalo a mi amigo portugués Luis Leal, igual al de aquellos días, abro las Poesías completas de Saramago, traducidas con amistosa pulcritud por Ángel Campos Pámpano, y leo "Enigma":
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Un nuevo ser me nace a cada hora.
El que fui, ya lo he olvidado. El que seré
no guardará del ser que soy ahora
sino el cumplimiento de cuanto sé.
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La memoria, adornada con flores, revolucionaria siempre, con el cuerpo deshabitado, sigue afortunadamente siendo roja...