Llego a casa después de despedirme de mi amigo Daniel Casado, que huye nuevamente a Mérida. Tantas cosas que contarnos y tan poco tiempo... Cada vez que nos encontramos es como si reinaugurásemos la promesa de amistad, de afecto. Volveremos a vernos. Mientras este Oscuro pez del fondo que me regala y que traigo abrazado me seguirá confesando complicidades.
En el camino de vuelta me he enfadado y luego he sonreído orgulloso porque acabo de comprar en mi librería de siempre una novedad de Hiperión. Es lo último publicado por mi querida Ada Salas: No duerme el animal (Poesía, 1987-2003). Estuve la semana pasada con ella y no me dijo que estaba en la calle esta recopilación de sus cuatro primeros libros de poesía: Arte y memoria del inocente (1987), Variaciones en blanco (1994), La sed (1997) y Lugar de la derrota (2003). Todos, salvo pequeñas correcciones de erratas y despistes, se rescatan tal y cómo salieron en su día, excepto el primer libro del que la autora (más pudorosa que paradójica) ha eliminado ocho poemas. El dibujo de la portada es obra de mi admirado Javier Alcaíns; el título es el primer verso de un poema de Lugar de la derrota:
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No duerme el animal que busca
su alimento. Huele
y está tan lejos todavía
el aire de su presa.
Y vagará en la noche.
Con la sola certeza de su hambre.
Ciego
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porque una vez ya supo
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de ese breve temblor
bajo su zarpa.
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Felicidades. Es un verdadero placer leer una obra poética de veinte años, propia como pocas en el panorama complicado de nuestra poesía actual. La voz de Ada Salas tan original como siempre, tan precisa como nunca.