Es la realidad del ser humano, reclinado, siempre de espaldas, reflejado falsamente en un pequeño espejo, casi invisible, sujetado por las alas del sueño. Nunca damos la cara ni al amor ni a los problemas. Preferimos perdernos en los reflejos, en las falsas apariencias. Contrastes de luces y sombras, colores vivos y apagados, desnudos limpios frente a ropajes soberbios. Culos grandes pero ojos pequeños y oscuros. Nadie, ni nosotros mismos, nos conocerá nunca. Si al menos el espejo fuera de cuerpo entero...
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La Venus del espejo (h. 1650) de Velázquez podrá verse nuevamente en el Museo del Prado, prestada por la National Gallery de Londres, hasta finales de febrero de 2008; se exhibe dentro de la muestra "Fábulas de Velázquez: Mitología e historia sagrada del Siglo de Oro", inaugurada hoy. Por la posición del espejo, la mujer no se contempla a sí misma; el espejo mira hacia el espectador... Otra oportunidad para encontrarnos a nosotros mismos en ese reflejo.