Me ha encantado ver a nuestro rey Juan Carlos perdiendo por una vez los papeles y exigirle silencio al ineducado y rencoroso Hugo Chávez. Reflexionando, uno también se muerde la lengua en demasiadas ocasiones deseando gritar lo mismo:
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a Rouco Varela y al portavoz de la Conferencia Episcopal Española, por sus palabras y actitudes cada vez más inconstitucionales
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a mi vecina de arriba, que arrastra los muebles a las ocho y media de la mañana, incluso sábados, domingos y festivos
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a esos mierdas que van al cine como si fuera un bar de copas, con risas y copas incluidas
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a los que chillan a las personas que nos atienden tras un mostrador, como si las colas fueran culpa de los que menos pintan en las empresas
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al desgraciado envidioso con que me cruzo casi a diario, porque va de poeta maldito desconociendo plenamente el significado de ambos términos (quizá utiliza demasiado la fotocopiadora)
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a Zaplana y Acebes, pareja de hecho reconocida, porque consiguen que hasta el más ignorante pierda los papeles
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al alumno idiota de la última fila, porque pasa totalmente del profesor, de sus compañeros, de sus padres y del sistema en pleno
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a todos aquellos que cuestionan tus opiniones y decisiones sólo porque no piensan lo mismo, desconociendo que en lo transversal y en la diferencia se apoya la poca riqueza de los seres humanos
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¿Por qué no te callas y dejas de tocarme las narices, imbécil de mierda? Añado yo...