martes, 5 de febrero de 2008

Montánchez o el país del jurramacho

"El carnaval es vivir al revés, no imitar, sino vivir de manera diferente a la del resto del año. En las ciudades carnavaleras de Extremadura, todos los años se dice que lo mejor del carnaval son los desfiles informales, cuando cada uno se disfraza de lo primero que se le ocurre y sale a desinhibirse, no a que lo vean de comparsa. El verdadero carnaval nace del pueblo en la Edad Media, el resto, los demás, son el producto de influencias italianizantes introducidas en la Corte madrileña entre los siglos XVIII y XIX. En Extremadura hay un carnaval auténtico, que no es de salón veneciano, teatro gaditano ni comparsa brasileña, un carnaval que no es de imitación, que no es para ser visto, sino para ser vivido. Les hablo del carnaval del pueblo cacereño de Montánchez, del que ya se habla en documentos escritos del siglo XVIII y que no se interrumpió nunca, ni con absolutismos, dictaduras ni guerras civiles. En tiempos de Franco, hubo un alcalde que durante el día dictaba un pregón prohibiendo el carnaval, pero luego, al llegar la noche, salían de su casa 300 jurramachos. ¿Y quién es el jurramacho, protagonista absoluto del festival montanchego? Se trata de una máscara perseguidora semejante a las existentes en otros lugares de España donde el carnaval conserva sus esencias medievales, una máscara perseguidora como los zamarrones, peliqueiros, botargas, marimantas, cigarrones, choqueiros, irrios y otros. Para convertirse en jurramacho basta con abrir el baúl y ponerse lo primero que se encuentre, después hay que cambiar de voz, parecer gordo si eres delgado y viceversa... Pero lo mejor es que vayan a Montánchez y conozcan el carnaval de verdad, el inimitable."
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J. R. Alonso de la Torre
(Diario Hoy, 4 de febrero de 2008)