"Los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje". Esta frase de Wittgenstein me la hace llegar por e-mail una profesora de francés que tuve hace algunos años en la Facultad. Conocía esta sentencia del pobre filósofo austriaco que dedicó media vida a contradecir lo que defendió la otra media, pero hoy para mí cobra especial significado. Sinceridad, afecto, un puente de cercanía que logra borrar equívocos y cerrar heridas. ¿Qué más se le puede pedir a un puñado de palabras?