Envuelto con cuidado y desde Ourense, me llega un enorme paquete de libros. El maestro Antonio Colinas, director de la colección de Poesía de Ediciones Linteo, me comentaba por teléfono antes de irse unos días a Canarias que en breve recibiría algunos libros interesantes que él cree merecedores de lectura y hueco en estanterías abarrotadas. Tras una atenta carta me encuentro tres de los títulos de su colección: El espíritu de la tierra de Miguel Torga, Poesía completa de Salvatore Quasimodo y Asiguiendo al esfuenio de Margalit Matitiahu. Colinas selecciona con pulcritud los títulos de poesía que aparecen tranquilamente en Linteo, en una edición cuidada al detalle. Le interesan sobre todo buenos autores poco editados, preferiblemente no españoles. Por eso sé que estos títulos que ahora me llegan están escogidos con intención directa. Los tres son autores extranjeros (portugués, italiano e israelita) con una palabra nítida, llena de registros inagotables, versos capaces de atravesar la pobreza del idioma único. Porque la buena poesía no entiende de barreras, ni de espacios, ni de tiempos.
El espíritu de la tierra es una antología poética bilingüe a cargo de José Luis Puerto donde Miguel Torga (1907-1995) alza su voz a la belleza, un verdadero cántico al ser humano, una resistente atadura a la vida y a la coherencia; es una de las voces más emblemáticas de la literatura portuguesa del siglo XX. Queda pendiente su lectura reposada.
Nunca se había traducido la Poesía completa de Quasimodo al castellano hasta que en 2004 Antonio Colinas hizo esta magnífica publicación (una primera entrega anterior, también de Colinas, no era tan completa y hoy es una rareza bibliográfica); es ya la segunda edición tras haber recibido en 2005 el Premio Nacional de Traducción del Ministerio de Asuntos Exteriores italiano. Edición también bilingüe, cuidando la cadencia del verso, la musicalidad extraordinaria, el intenso lirismo de Salvatore Quasimodo (1901-1968). Qué bien suena la poesía italiana... Me gusta el tratamiento clásico mezclado delicadamente con un lenguaje irracional, comprometido y fértil, abonado de símbolos que no me son tan lejanos. Merecedora del Premio Nobel de Literatura en 1959, esta obra ampliamente mediterránea me ha deslumbrado.
Con Margalit Matitiahu (1935) compartí algunas semanas del verano de 2006; venía invitada a los primeros Encuentros en Montánchez. Diálogo de Culturas que allí celebramos en el mes de agosto. Esta escritora israelí que escribe en hebreo y ladino, descendiente de judeoespañoles de León, tiene unos poemas bellísimos, herederos de la tradición literaria más castellana. Ella me regaló su último libro de poemas Despertar el selencio y el emotivo documental Sefarad, caminos y vida dirigido por su hijo sobre la expulsión de los judíos de España. Asiguiendo al esfuenio es un nuevo encuentro con la luz, con unas raíces lingüísticas que el inexorable paso del tiempo y la distancia geográfica y cultural no han podido borrar:
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La fuerza de las montanias
encontra la fortaleza
de las onduras enfinitas en la mar...
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Dientro el viento, enspirada,
volando, sobre las puntas de los piniascos,
vo escribiendo con mis ojos en el cielo
la hermozura de la Espania.
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El maestro Colinas me ha regalado un billete de ida y vuelta hacia el pasado desde el presente más sugerente y profundo, desde la verdadera intimidad de la palabra.