Acabo de colgar en el salón por fin el último cuadro que he comprado. Me emocioné mucho cuando hace un par de semanas encontré en una galería de arte cacereña dos dibujos de Juan José Narbón (1927-2005); y más aún cuando comprobé entre asombrado e incrédulo que se trataba de dos de los seis dibujos con los que el pintor ilustró un delicado homenaje de la Diputación de Cáceres a Lisboa.
Corría el año 1988 cuando ese terrible incendio que arrasó la capital portuguesa motivó a la Institución Cultural "El Brocense" a recopilar los cuatro únicos poemas que Fernando Pessoa había escrito a Lisboa; los publicaron en edición bilingüe con un prólogo sentimental de José Saramago, ilustrando cada texto un dibujo de Narbón (más la portada y el cierre). Lisboa en el corazón de Pessoa es uno de esos libros especiales, homenaje de formato grande y tirada corta difícil de encontrar.
Y ahora están aquí, frente a mí, juntos, dos de los dibujos (tercer poema y cierre) de la tirada. Abro el libro y leo el poema de Pessoa en voz alta, con lentitud... Conocí ligeramente a Narbón en los últimos años, un hombre sencillo, generoso, de mirada clara, orgulloso de esa tierra extremeña que le acogió y le prestó sus paisajes y sus gentes, sus tonalidades, sus olores. Esa mirada limpia metamorfoseada en líneas rápidas pero certeras es la que vuelve a acompañarme, en soledad, veinte años después de que fueran dibujadas para un puñado de versos. El tiempo ciertamente no ha vencido a la vida.