Anoche estuve en la presentación del último libro de mi querida Pilar Galán en el IES "Hernández Pacheco" de Cáceres. Esta vez, íntegramente, se ha atrevido con tres obritas de teatro reunidas bajo un título que juega con la más pura tradición literaria: Los pasos de la piedra; y como casi siempre ha sido la editorial emeritense De la Luna Libros la encargada de publicarla en su colección "La luneta". Los personajes-tipo de la vieja y la joven hermosa, la lectura agradecida de Plauto (con soldados y poetas) y conversaciones y ajustes de cuenta con una muerte más disfrazada que nunca. Ésta es la apuesta de una escritora brillante que no se repite, narradora de novelas y cuentos y ya de algunas pequeñas obras teatrales (recuerdo ahora piezas breves sobre la Celestina o Antonio Machado), que se arriesga sólo lo justo porque el pulso literario, grande y limpio, no tiembla en una sola línea.
En la presentación (hilarante hasta el extremo, como me dice Marino) me reencontré con una Pilar emocionada con sus padres, con sus amigos, con una sala que rozaba la centena, en una conversación íntima salpicada de enanitos de Blancanieves atiborrados a polvorones, andaluces salerosos y la música sorda de Beethoven. Actuaba libre de complejos y taras (porque como recordaba, todos los escritores tenemos alguna tara), reinventándose como una actriz frustrada con la gracia innata que pocos son capaces de arrancar a las musas. Más guapa que nunca y más feliz que nunca; así la vi anoche.
Estoy deseando hincarle el diente a este nuevo regalo de Pilar Galán (escritora de teatro, que no dramaturga), homenaje a Cáceres y ambientado en su parte antigua, inmortal, de piedra y cigüeñas. En la portada un dibujo que quiere representar uno de los altos pináculos de la Concatedral de Santa María, casi tan alto como la calidad literaria y personal de una de las mejores autoras de ahora. Admiración y afecto (nada ciego) a partes iguales.
En la presentación (hilarante hasta el extremo, como me dice Marino) me reencontré con una Pilar emocionada con sus padres, con sus amigos, con una sala que rozaba la centena, en una conversación íntima salpicada de enanitos de Blancanieves atiborrados a polvorones, andaluces salerosos y la música sorda de Beethoven. Actuaba libre de complejos y taras (porque como recordaba, todos los escritores tenemos alguna tara), reinventándose como una actriz frustrada con la gracia innata que pocos son capaces de arrancar a las musas. Más guapa que nunca y más feliz que nunca; así la vi anoche.
Estoy deseando hincarle el diente a este nuevo regalo de Pilar Galán (escritora de teatro, que no dramaturga), homenaje a Cáceres y ambientado en su parte antigua, inmortal, de piedra y cigüeñas. En la portada un dibujo que quiere representar uno de los altos pináculos de la Concatedral de Santa María, casi tan alto como la calidad literaria y personal de una de las mejores autoras de ahora. Admiración y afecto (nada ciego) a partes iguales.