Echo de menos a un viejo profesor de filosofía que tuve en COU. Le recuerdo en muchas ocasiones. Era un hombre diferente, con muchas rarezas, algo escandaloso en opiniones y sugerencias, pero sus clases eran las que más me gustaban. Me alegraba verle entrar por la puerta del aula, siempre con una sonrisa y una historia nueva en el abrigo llena de ironía y moraleja. Parecía que a veces se iba por las ramas y en vez de hablar sobre el tema que tratábamos comenzaba a divagar sobre la situación actual de la sociedad, los cambios y descubrimientos en la adolescencia o incluso retazos de su vida personal que daban a sus clases un aire de confidencialidad y afecto.
Cuando yo comencé a dar clases (hace ya algunos años) quería ser ese profesor que nunca tuve pero que me hubiera encantado encontrarme, y siempre me venía la imagen de mi viejo profesor de filosofía. También me acuerdo mucho del profesor de literatura de El club de los poetas muertos llamado Keating (interpretado grandiosamente en el cine por Robin Williams) que dio tanto por sus alumnos y que acabó siendo expulsado del internado pacato y conservador en el que enseñaba de forma diferente a sus compañeros; expulsado simplemente por saberse acercar más a sus alumnos, a sus exigencias, a su mundo, a sacarles de vez en cuando del aula y mostrarles que la vida está mucho más allá de esas cuatro paredes, que tiene otros matices y colores de los que han visto hasta ahora.
Cuánto echo de menos a mi viejo profesor de filosofía, cuánto echo de menos al profesor Keating y a sus estridencias, cuánto echo de menos a alumnos como yo...